Citroën 2CV

Así es el 2 CV, y así lo veremos durante mucho tiempo. Un
coche para siempre, del que todo el mundo tiene algo que decir, porque ya forma parte del
paisaje y de la vida de la gente. Es más que un coche una convicción, una forma de vida.
En 1936, un grupo de ingeniosos diseñadores puso en marcha un proyecto para la
fabricación de un automóvil muy especial, tanto que ni siquiera ellos podían sospechar
el éxito que alcanzaria su invento.
Destinado a la gran clase media, debía ser un coche fundamentalmente económico; para
ello debía estar desprovisto de cualquier detalle lujoso; podría ser incluso feo, pero
funcional y lo más confortable posible. Pero algo que afectó por entero a su concepción
fue, sin duda, el capricho de M. Boulanger, Director General de Citroën en la época, que
puso como condición inapelable el poder subir en el coche sin tener que quitarse el
sombrero, cosa bastante complicada, dada su gran estatura.

En 1948 fue presentado en el Salón de Paris el prirner «Dos caballos» que, en efecto,
parecia el «paraguas con ruedas» que habla inspirado su fabricación: de horrible chapa
ondulada pintada a mano, con un solo faro, sin indicadores de dirección ni de frenado....
pero, eso sí, descapotable y con algunos detalles mecánicos ciertamente originales, como
el sistema de arranque, del tipo de los motores fuera-borda, o la suspensión a prueba de
bomba y un motor refrigerado por agua de 375 c~c~ y 8 CV de potencia, sencillo y
económico, Y sorprendió a todo el rnundo, pero no tuvo el éxito esperado, debido,
según llegaron a explicar sus inventores, a una frivolidad estética tan simple como el
color de la pintura de la chapa. Lógicamente fue reformado, no sólo en el color, sino
que le fueron añadidos ciertos detalles que lo convirtieron en un auténtico coche.
Y llegó el éxito, El «patito feo» de nuestra historia no se convirtió, desde luego,
en un «cisne-Rolis»; sin embargo, se ganó tantos adeptos que desbordó las previsiones
de sus fabricantes, tanto, que ha llegado a nuestros dios paseando orgulloso a través de
la historia, mientras acumulaba anécdotas y atractivos. Y hoy, el 2 CV, cargado de
historia, mantiene la esencia de su existir: la economía.
FACIL DE MANTENER

Un precio franco fábrica de 364.40O pesetas el modelo Special y 382.000 el Confort.
Consumo normalizado de 5,4 litros a 90 km5h. Sin averías.
Fácil entretenimiento. Asistencia y recambios en toda España (y en el extranjero),
Ventajas a las que no podemos dejar de hacer alguna objeción, además de resignarnos ante
el obligatorio impuesto de lujo.
El consume homologado es poco menos que una fantasía en cuanto queramos conducir deprisa,
adelantando y apurando frenadas; y en el ranking de consumo de este mercado totalmente
revolucionado por la crisis energética, el 2 CV es superado incluso por su compañero de
marca, el Cítroën Visa, En conducción alegre supera fácilmente los 6,5 litros.
Es cierto que es un coche que rara vez padece averías graves, sobre todo si se cuida el
entretenimiento, cuyos elementos básicos están bastante bien pensados. Varílla del
nivel de aceite, tapón de llenado del mismo y filtro del aire aparecen delante de
nuestras narices nada más abrir el capot, lo que se consigue metiendo la mano por debajo
del rnorro y accionando una palanquita irremediabiemente pringosa. Sencillo. Las bujías,
sin embargo, se encuentran protegidas por una especie de búnker (cada una), que sólo
pensar en tener que levantarlo debe dar dolor de cabeza a los rnecánícos.

¿Y si pinchas...? El gato, instrumento a menudo terrorifico para las conductoras y
siempre temido por mi, es fácil de colocar y utilizar (¡subí el coche con una sola
mano!) y la llave de ruedas, sólida y resistente, aguantó estoica algunas patadas, que
me permitieron aflojar los tornillos sin mucho esfuerzo, sin complicaciones en el cambio
de rueda, que no requiere más que algo de puntería y un poco de pulso. La rueda de
repuesto y el gato se guardan en el maletero, lo que tiene dos inconvenientes: la pérdida
de espacio útil y la suciedad de la solución, ya que no tiene ninguna funda que
resguarde el equipaje del contacto con la rueda.
La economía se refleja también en el interior. Es, digamos.... rústico, aunque no por
ello menos funcionaL Un conjunto de palancas, botones, testigos y roscas completan el
cuadro de instrurnentación, en el que, incluso, posee un mando para el reglaje interior
de los faros, pensado, sin duda, para contrarrestar los efectos de una carga trasera extra
nque, a causa de la blanda suspensión, levanta exageradamente el morro del coche. Y un
detalle sofisticado: un botón que, al presionarlo, hace encenderse un testigo si está
bajo el nivel del líquido de frenos. Tiene también dos bocas de aireación directa, que
más parecen ventanas, pues cuando en plena marcha se me ocurrió abrirlas, me vi invadida
por una nube de polvo, tierrecilla, restos de insectos y otras dulzuras que las rejillas
«protectoras» dejaban pasar alegremenle.
El habitáculo resulta bastanta amplio, y no tanto por su anchura como por su altura, pero
la entrada a bordo se ve dificultada por unas puertas que abren poco y que no tienen
ningún mecanismoque las mantenga abiertas, es más, tienen un sistema de cierre
«automático» consistente en unas gomas que rodean las bisagras y que, cumpliendo
perfectamente su misión de goma, hacen rebotar la puerta. No hace falta decir lo que pasa
si te pilla entrando, en el momento de cerrarse la puerta tan enérgicamente.
Ya dentro, se agradecen los cinturones de seguridad enrrollables, el techo de quita y pon
y una visibilidad bastante aceptable. Los asientos, regulables sólo longitudinalmente,
resultan cómodos al principio, pero al pasar los kilómetros hace irremediable un cambio
de opinión... A pesar de todo, el original diseño de la tapicería los hace acogedores,
al menos a la vista... El tejido jersey combina bien con los colores de la carrocería:
blanco, beige, rojo o amarillo.

La suspensión hidráulica, independiente a las cuatro ruedas, resulta a la par que
divertida, bastante segura, y proporciona una extraña estabilidad que, contrariamente a
lo que se podria pensar, permite una conducción rápida en zonas de curvas; aunque para
ello hay que tener en cuenta la dirección, lenta, pesada y con un corto radio de giro.
Todo esto obliga a trazar las curvas de un modo peculiar y sólo posible si hay
visibilidad, abriéndonos mucho, tanto en la entrada como en la salida.
Es el 2 CV un coche de altos contrastes. También en la velocidad. Cuesta abajo, e incluso
en rectas largas, le faltan números al velocímetro, pero cuesta arriba la aguja baja y
baja impunemente. Decididamente, éste es un coche para gente con paciencia o, tan
atrevida, que no levante nunca el pie del acelerador, lo cual también tiene sus
inconvenientes...
Simpático, económico, retro, contradictorio, el 2 CV rompe con todos los esquemas de la
sofisticada tecnología que nos invade; un coche que en su simplicidad nos permite
depositar algún sentimiento extra, algún recuerdo, alguna nostalgia. Por todo ello
sigue, y seguirá, estando de moda. Si Citroën quiere.