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Alpine-Seat Inyección
Realmente, el Alpine-Seat,
obra de Andrés Manso, ya habÃa hecho sus primeros pinitos en competición con
su propietario, Luis MarÃa del Olmo, al volante. Dos subidas norteñas del
Campeonato de Montaña habÃan servido para demostrar las posibilidades
potenciales del coche, denunciando a la vez ciertas lagunas de reglajes que habÃan
sido rellenadas recientemente de manera satisfactoria. Pero, en su forma
definitiva, el coche seguÃa siendo una incógnita, y Del Olmo querÃa efectuar
la definitiva «exploración» en el Raliye Costa del Sol. Sin embargo, la cosa
no pasó de un mero intento. En efecto, cuando el piloto bilbaÃno entrenaba la
rapidÃsima prueba de Gergal, al abordar una sección en «S» de tope, veÃa
aparecer ante sà otro coche en dirección contraria. En plena frenada, el Alpine
pisaba gravilla, perdiendo su normal trayectoria y saliéndose aparatosamente de
la carretera. Tras el vuelco y formidable impacto subsiguiente, el balance clÃnico
por fortuna no era excesivamente dramático: varias fracturas de costillas y
clavÃcula para el copiloto, Javier Arnaiz, y apenas rasguños en el caso de
Luis MarÃa. El coche, por el contrario, era un montón de chatarra; un montón
de chatarra que habÃa cumplido increÃblemente bien la tarea de proteger a sus
ocupantes, resistiendo perfectamente la estructura básica y el habitáculo,
pero cuya elaborada mecánica habÃa llevado la peor parte. Asà quedaba
destruido, antes de estrenarse realmente, el Alpine-Seat alimentado por
inyección fruto de largos meses de trabajo por parte del preparador madrileño
Andrés Manso, y en cuyo proyecto se habÃa invertido una importante suma de
dinero. Ahora, subsiste la incógnita de si una réplica de este coche será
alineado en competición el año próximo. La planificación del trabajo es cosa
hecha, y las múltiples pegas surgidas han sido resueltas positivamente hasta
lograr un vehÃculo de lo más competitivo. Por tanto, el principal trabajo
consistirÃa actualmente en repetir fielmente las soluciones encontradas. Por
supuesto, prácticamente nada se podrá aprovechar del coche accidentado si el
proyecto sigue adelante. La de este Alpine-Seat
es, en cualquier caso, una larga e interesante historia. Realizaciones similares
han sido vistas en competición varias veces, y pilotadas con éxito dentro de
la categorÃa de fabricación nacional, pero en este ejemplar se habÃan
aplicado soluciones originales y depuradas, tanto para el acoplamiento entre
motor y transmisión, como para la elaboración del propio propulsor y los
sistemas de frenos y suspensión. Tras largos años
de cosechar éxitos en pruebas norteñas al volante de un afinadÃsimo Cooper,
Luis MarÃa del Olmo adquirÃa a principios de la temporada pasada un Alpine-Gordini
1255, que marcarÃa en unas pocas pruebas su «conversión» a las berlinetas de
origen francés. Tras comprar un segundo Alpine parcialmente elaborado de
carrocerÃa y chasis, pero dotado para su venta de un motor de serie de 1.100 c.
c., Del Olmo «desmembraba» el anterior coche, instalando su motor Gordini en
un TS de calle, y sustituyéndolo por el de serie. Asà quedaba una
carrocerÃa desalojada con un ambicioso proyecto por delante. Ya para entonces,
habÃan funcionado felizmente algunos Alpine dotados de motor Seat 1430,
e incluso «Geni» Baturone habÃa ganado la clasificación de nacionales y el
segundo puesto absoluto en el Rallye Vasco-Navarro 1972, al volante de un
ejemplar realizado por los talleres barceloneses Scratch. Andrés Manso se
proponÃa, sin embargo, montar un motor biárbol elaborado procedente del Coupé
1600, eludiendo los problemas de alineamiento de transmisión con un original
montaje, y recurriendo en su equilibrada preparación a un sistema de inyección
de combustible. En vistas a
soportar un peso y un par motor mucho más considerables, se reforzaban
profusamente todos los anclajes posteriores del chasis, mientras que para la
transmisión, se recurrÃa a un grupo cambio-diferencial de Alpine 1600,
con cinco marchas, relación cerrada y autoblocante. Tras estudiar
cuidadosamente la alineación del primario del cambio y el perfecto anclaje del
motor, el
preparador madrileño ideaba un preciso «injerto» de media
envolvente de embrague Seat (lado del motor) con otra media Renault (lado del
cambio), realizando la delicada unión por soldadura en atmósfera de argón. El motor se
dejaba en su cilindrada de 1.608 c. c. (80x80 mm.), pero se adoptaban unos
pistones forjados Hepolite, dejándose la relación de compresión en 10,8 a 1 .
Adaptando unas trompetas de admisión y un mando de guillotina de fabricación
propia, se aplicaba un sistema de inyección Kugelfischer, trabajándose
profusamente la culata en sus conductos y cámaras de explosión. La adopción
de árboles de levas medios, de eficaz diseño, permitÃa a la vez alcanzar un
elevado número de vueltas y estabilizar el ralentà en 800 r.p.m. Con un escape
4 a 1 de tiro libre, la capacidad de revolucionar de este motor parecÃa no
tener lÃmite, obteniéndose una potencia máxima de más de 150 CV. entre 7.500
y 8.000 r. p. m., con un tirón impresionante desde los regÃmenes más bajos. Aun sin haber
pasado por una fase de aligeramiento intenso, el peso no llegaba a los 800
kilos, lo que proporcionaba al conjunto un nervio inusitado. De cara a las
pruebas de montaña, constituÃa una traba, no obstante, el grupo final
adoptado, demasiado largo, que serÃa parcialmente compensado con la adopción
de una quinta marcha muy corta. Los neumáticos elegidos (MichelÃn TB-5 de
medidas 21-13 delante y 25-13 atrás, calzados en llantas Gotti de 8 y 9
pulgadas de anchura) determinaban asà una velocidad punta superior a 190 km/h.
a casi 8.000 vueltas. Para un mejor
reparto de peso, y junto con la adopción del depósito delantero, Alpine
de 79 litros, se colocaba delante el radiador de agua, con la entrada de aire
por encima de la placa de matrÃcula, al estilo de los 1800 franceses. Detrás,
junto al usual orificio derecho de refrigeración, se situaba el radiador de
aceite, equipado con un ventilador auxiliar. Para el sistema
frenante se recurrÃa también al más reciente equipo Alpine, con discos
ventilados delante y doble circuito, y la dirección se trataba, por supuesto,
de la más directa entre las disponibles. Si el coche
aceleraba con el nervio esperado desde el primer momento, la disposición mecánica
del grupo propulsor Seat y la transmisión del Alpiñe «grande» traÃan
consigo no pocas sorpresas a nivel de geometrÃa de suspensiones y alineaciones
de los dos trenes, a lo que contribuÃa el montaje de las manguetas más
robustas. AsÃ, pues, fueron necesarias bastantes modificaciones para que el
potente Alpine-Seat fuese controlable en fase de frenada y en el trazado
de las curvas. Tras los primeros
tanteos «a lo vivo», el montaje de tirantes suplementarios, con un
replanteamiento en realidad nuevo de los dos trenes, aportaba resultados de lo más
positivos. Con las generosas llantas Gotti y los últimos reglajes, el Alpine-Seat
asombraba por la rapidez de su respuesta a las solicitaciones de la dirección y
su buena estabilidad en todo tipo de curvas. La frenada, por su parte, quedaba
fuera de toda crÃtica por su progresividad y potencia. Un coche, en suma,
eficacÃsimo en cualquier terreno. Sin embargo, a
los ojos de su preparador, la caracterÃstica más destacada, y que es
precisamente la que le distingue de otras elaboraciones de este motor, radica en
su sistema de alimentación. En efecto, parece que Andrés Manso ha dado con la
dosificación más conveniente para el sistema de inyección Kugelfischer, que
ahora considera indispensable en cualquier realización de este tipo, en la que
se persiga primordialmente la potencia, y en este detalle estriba su mayor
motivo de orgullo ante un vehÃculo cuya pausada realización le ha tomado más
de un año, quizá por no haberle dedicado todo su tiempo y por querer
terminarlo de verdad, sin prisas. Lástima que un desafortunado accidente haya destruido en unos pocos segundos un minucioso trabajo que podÃa hacer dado a este Alpine-Seat posibilidades insospechadas en competición dentro de los coches de fabricación nacional. · AUTOPISTA Nº 776, 22-12-1973
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