El caso es que había que haberlo vivido porque si no no tiene tanta gracia.
Rago y yo estudiamos juntos Periodismo. Bueno, a Rago le llamaron los deberes patrios en mitad de la carrera y tuvo que ir a hacer el capullo vestido de verde durante un añito a Colmenar, pero eso es otro tema. Ahora de eso ya no hay, o sea que eso que salís ganado los jóvenes.
En primer o segundo curso se organizó un viaje a Madrid durante un puente para conocer los estudios de RTVE, algunas emisoras de radio importantes, etc. Tened en cuenta que en aquélla época la globalización sonaba a globo y no a global, y Bilbao en muchos sentidos era una ciudad digamos "pequeña" (excepto en fútbol, ¿eh? ¡Cuidao, que el Athletic era la leche entonces y ganábamos ligas y copas y de todo, ¿eh?)
No te fastidia que a nuestro grupo (íbamos creo que dos grupos) nos toca uno de estos Setras, azul oscuro, más viejo y más cascado que el monocasco que han localizado en un desguace por León. Total, que en la primera calle en cuesta para salir de Bilbo, pero os juro que dentro aún de Bilbo, ¿eh? el otro autobús nos adelanta entre el cachondeo de sus viajeros y ya no le vimos hasta llegar a Madrid. íbamos a unos sesenta por hora, en las cuestas aún menos, imaginaos subiendo Somosierra por la carretera de antes, en fin, tardamos cerca de ocho horas, nos adelantaban todos: coches, camiones y furgonetas, hasta algún ciclista, supongo, la leche. Encima, oyendo una música que llevaban unos punkies que os podéis imaginar, Las Vulpess eran unas meapilas al lado de aquello. Rago aún recuerda algunas canciones, la hostia.
Tras el puente en Madrid (yo personalmente me recorrí Madrid de pé a pá y pasé del tema de las radios) y haber desguazado casi el hotel Florida Norte (llegaron a incendiar una habitación, jodé, es que los de Bilbao éramos mu bestias de jóvenes y estábamos sin desbravar), el viaje de vuelta en el mismo torpedo se presetnaba asaz prometedor, con una resaca acumulada sobre otra resaca y de bajón total y con la misma murga de música.
De pronto, enfilando ya hacia Alcobendas, una explosión enorme, el autobús que comienza a dar bandazos y una lluvia de cristales que nos envuelve. Al parecer, al pasar bajo una pasarela peatonal, habían lanzado un piedro y la luna delantera había estallado. El conductor se había salvado porque llevaba gafas, que si no, no sé cómo hubiéramos terminado, menos mal que pudo controlar aquel cacharro.
Tras más de tres horas de espera en una gasolinera que había en Alcobnedas (y que creo recordar se llamaba "Ongi Etorri" -Bienvenido, en euskera-), otro autobús nos recogió y enfilamos para Bilbao, pero una de las chicas, compañera nuestra, de pronto empieza a dar gritos y a ponerse como loca de dolor. Tenía un cólico nefrítico grave y por lo visto le dolía un huevo (bueno, un huevo figurado, era una chica). Total, que la cosa no calmaba y el conductor no quería parar en nigún pueblo, tenía ganas de llegar a casa, olvidarse del torpedo, del cristal y de aquella chica que gritaba. Todo aderezado con el musicón correspondiente, claro.
A la altura de Briviesca (Burgos) y ya desesperados por la chica, Rago se puso duro con el conductor (Rago tenía unos veinte años, pero es un tío con cojones) y le dijo que o paraba o le metía una denuncia por denegación de auxilio y que al llegar a Bilbo le daba dos hostias, así que al ver la actitud de Rago y de otros que también le pusimos las cosas claras, el tío paró en Briviesca.
Recuerdo que hacía una temperatura bajo cero, un frío del copón, imaginaos Briviesca en pleno invierno, Burgos es duro de verdad. Eran como las doce de la noche y no había nadie, pero fuimos al dispensario del pueblo y allí nos atendieron. Luego ya no recuerdo si Dani (se llamaba así la chavala, y estaba bien buena, que todo hay que decirlo) se quedó allí, creo que sí, o le dieron un calamnte para que continuara a Bilbao, pero al final ya llegamos a casa.
Bueno, ya os digo que al vivirlo le das más importancia, seguramente os habrá parecido una chorrada, pero os aseguro que oír el estallido de una luna de autobús y sentir de repente un ciclón en la cara y una lluvia de cristales encima a la vez que ves que el autobús va de lado a lado de la M-30 es algo que no se olvida en la vida.
Así que ese es un recuerdo que yo (y Rago) tengo del Torpedo de la Seida.
Saludos y perdonad el ladrillamen, la culpa es de Fer.
Rago y yo estudiamos juntos Periodismo. Bueno, a Rago le llamaron los deberes patrios en mitad de la carrera y tuvo que ir a hacer el capullo vestido de verde durante un añito a Colmenar, pero eso es otro tema. Ahora de eso ya no hay, o sea que eso que salís ganado los jóvenes.
En primer o segundo curso se organizó un viaje a Madrid durante un puente para conocer los estudios de RTVE, algunas emisoras de radio importantes, etc. Tened en cuenta que en aquélla época la globalización sonaba a globo y no a global, y Bilbao en muchos sentidos era una ciudad digamos "pequeña" (excepto en fútbol, ¿eh? ¡Cuidao, que el Athletic era la leche entonces y ganábamos ligas y copas y de todo, ¿eh?)
No te fastidia que a nuestro grupo (íbamos creo que dos grupos) nos toca uno de estos Setras, azul oscuro, más viejo y más cascado que el monocasco que han localizado en un desguace por León. Total, que en la primera calle en cuesta para salir de Bilbo, pero os juro que dentro aún de Bilbo, ¿eh? el otro autobús nos adelanta entre el cachondeo de sus viajeros y ya no le vimos hasta llegar a Madrid. íbamos a unos sesenta por hora, en las cuestas aún menos, imaginaos subiendo Somosierra por la carretera de antes, en fin, tardamos cerca de ocho horas, nos adelantaban todos: coches, camiones y furgonetas, hasta algún ciclista, supongo, la leche. Encima, oyendo una música que llevaban unos punkies que os podéis imaginar, Las Vulpess eran unas meapilas al lado de aquello. Rago aún recuerda algunas canciones, la hostia.
Tras el puente en Madrid (yo personalmente me recorrí Madrid de pé a pá y pasé del tema de las radios) y haber desguazado casi el hotel Florida Norte (llegaron a incendiar una habitación, jodé, es que los de Bilbao éramos mu bestias de jóvenes y estábamos sin desbravar), el viaje de vuelta en el mismo torpedo se presetnaba asaz prometedor, con una resaca acumulada sobre otra resaca y de bajón total y con la misma murga de música.
De pronto, enfilando ya hacia Alcobendas, una explosión enorme, el autobús que comienza a dar bandazos y una lluvia de cristales que nos envuelve. Al parecer, al pasar bajo una pasarela peatonal, habían lanzado un piedro y la luna delantera había estallado. El conductor se había salvado porque llevaba gafas, que si no, no sé cómo hubiéramos terminado, menos mal que pudo controlar aquel cacharro.
Tras más de tres horas de espera en una gasolinera que había en Alcobnedas (y que creo recordar se llamaba "Ongi Etorri" -Bienvenido, en euskera-), otro autobús nos recogió y enfilamos para Bilbao, pero una de las chicas, compañera nuestra, de pronto empieza a dar gritos y a ponerse como loca de dolor. Tenía un cólico nefrítico grave y por lo visto le dolía un huevo (bueno, un huevo figurado, era una chica). Total, que la cosa no calmaba y el conductor no quería parar en nigún pueblo, tenía ganas de llegar a casa, olvidarse del torpedo, del cristal y de aquella chica que gritaba. Todo aderezado con el musicón correspondiente, claro.
A la altura de Briviesca (Burgos) y ya desesperados por la chica, Rago se puso duro con el conductor (Rago tenía unos veinte años, pero es un tío con cojones) y le dijo que o paraba o le metía una denuncia por denegación de auxilio y que al llegar a Bilbo le daba dos hostias, así que al ver la actitud de Rago y de otros que también le pusimos las cosas claras, el tío paró en Briviesca.
Recuerdo que hacía una temperatura bajo cero, un frío del copón, imaginaos Briviesca en pleno invierno, Burgos es duro de verdad. Eran como las doce de la noche y no había nadie, pero fuimos al dispensario del pueblo y allí nos atendieron. Luego ya no recuerdo si Dani (se llamaba así la chavala, y estaba bien buena, que todo hay que decirlo) se quedó allí, creo que sí, o le dieron un calamnte para que continuara a Bilbao, pero al final ya llegamos a casa.
Bueno, ya os digo que al vivirlo le das más importancia, seguramente os habrá parecido una chorrada, pero os aseguro que oír el estallido de una luna de autobús y sentir de repente un ciclón en la cara y una lluvia de cristales encima a la vez que ves que el autobús va de lado a lado de la M-30 es algo que no se olvida en la vida.
Así que ese es un recuerdo que yo (y Rago) tengo del Torpedo de la Seida.
Saludos y perdonad el ladrillamen, la culpa es de Fer.