Es potente, es ágil, frena a las mil maravillas y llama la atención, atrae miles de miradas, por donde quiera que pasa, es el 911 Speedster, un Porsche muy especial, un automóvil que cobra vida cuando se descubre, cuando su techo de lona desaparece tras una cubierta plástica de rasgos espectaculares, una cubierta personalizada con dos prominencias situadas tras las cabezas de conductor y acompañante, un coche que alcanza un tono sublime cuando el parabrisas se desmonta con las herramientas de emergencia y el conjunto muestra los rasgos de una flecha preparada para el vuelo.
El 911 Speedster encarna, ahora mismo, el verdadero espíritu Porsche. El tono deportivo de su mecánica seductora, las formas irrepetibles de su carrocería, distinta a todo lo conocido y tan fresca como el primer día, junto al acabado impecable, perfecto, dan las claves de un verdadero capricho motorizado, de una máquina exclusiva no sólo por su precio, superior a los diez millones de pesetas en el mercado español, sino también por su producción limitada, ya que sólo se van a fabricar dos mil unidades para todo el mundo.
El veteranísimo 911, un coche con más de 25 años de vida a sus espaldas, tiene un sabor distinto cuando se sirve a la moda Speedster. El tono agresivo del conjunto alcanza una nueva dimensión y hasta los propios habitantes de Stuttgart, habituados a la imagen de un coche construido en los alrededores de su ciudad, no dudan en volver la cabeza ante una máquina de trazos felinos, con un parabrisas reducido a la mínima expresión y con una parte posterior contundente, con una «popa» en la que se dan cita: neumáticos descomunales, aletas volup tuosas y una cúpula de formas redondeadas que recuerda los prototipos de los años cincuenta.
La fiereza estética del conjunto es la mejor cobertura para una mecánica refinada, para una máquina que ha experimentado una cura severa de adelgazamiento. El aligeramiento general, la eliminación de elementos innecesarios en un deportivo, como es el caso de los elevalunas, ha permitido rebajar el peso en setenta kilos, ha permitido dejar la cifra final sobre la balanza en poco más de mil cien kilos.
El Speedster es un coche cómodo que invita a rodar sin capota, que invita a sentir, a respirar la carretera. El 911 Speedster se mueve, en cualquier caso, con una facilidad desconcertante, con una soltura excepcional.
Su motor, el legendario seis cilindros «boxer» refrigerado por aire, empuja con una energía impresionante; tira con fuerza desde mil hasta seis mil revoluciones por minuto y no da nunca señales de agotamiento; es dócil, una faceta que se descubre al rodar por ciudad en medio de los mayores embotellamientos, y es fuerte, los 231 caballos están siempre preparados para la acción, para salir a la luz en cuanto se acaricia el acelerador. El motor Porsche hace gala de unas aceleraciones prodigiosas y los 231 «pura sangre» entran en juego sin brusquedades, sin tirones intempestivos, dosificados siempre con precisión, para que el conductor no se sienta traicionado.
Los pedales del 911 Speedster, incluido el correspondiente al embrague, se accionan con bastante suavidad; el cambio no es duro y los recorridos entre las distintas posiciones son cortos, mientras que los frenos se muestran tan eficaces como los montados en un coche de competición. Los cuatro discos hacen gala de una energía descomunal y parecen incansables. El trabajo conjunto de esos frenos y de unos neumáticos de dimensiones respetables da resultados fenomenales, sobre todo cuando hay que «echar el ancla» antes de una curva traicionera. El pedal de freno ofrece la resistencia habitual en coches de prestaciones muy altas, esa resistencia que permite dosificar la fuerza de la retención con toda exactitud. Los 911 Speedster no llevan sistema antibloqueo, no llevan ABS, pero ante las muestras de eficacia de sus cuatro «garfios» podría decirse ¡ni falta que hace!
La dirección del 911 Speedster merece una crítica por su pesadez, apreciable, sobre todo, en las maniobras a coche parado y al rodar rápido por curvas muy cerradas. El Porsche 911 se ha calificado siempre de coche viril y la dirección hace honor a ese adjetivo, se necesitan unos brazos bien trabajados en el gimnasio para controlar un volante que se muestra rebelde en algunas ocasiones.
La última versión del 911 hace gala de un comportamiento noble, de un comportamiento vivo y alegre que no sólo anima a rodar a todo trapo por las autopistas, sino también a serpentear por las carreteras de montaña más sinuosas, el Speedster agradece ese trato ya que se pega al suelo como una lapa. En las curvas rápidas se siente el aplastamiento del coche contra el asfalto, mientras que en las curvas de tipo medio y en las curvas más lentas es fácil notar cierta pereza en el tren delantero, más apreciable si la persona sentada ante los mandos acelera pronto y sin contemplaciones.
Los «coletazos» habituales en los 911 más veteranos ya son sólo un recuerdo; para que el tren trasero del Speedster se salga de su trayectoria es necesario rodar a velocidades desmesuradas. Si se llega a ese límite es posible sentir un desplazamiento muy progresivo, fácil de controlar, un verdadero regalo que enciende la sangre de los usuarios menos apasionados.
El 911 Speedster es todo lo dicho y algo más; sí, el Speedster es, también, una capota de lona que se esconde en el lugar reservado a las plazas posteriores. Las maniobras de plegado del techo de lona son sencillas y se resuelven en poco menos de tres minutos; basta accionar un par de palancas.
De un coche cubierto que hace bastante ruido al avanzar, de un coche propulsado por un motor palpitante que parece dispuesto a abalanzarse sobre nuestras espaldas, se pasa a una máquina de competición que permite rodar muy deprisa sin que los ojos de conductor o acompañante reciban el menor soplo de viento.
La forma aerodinámica de la cubierta trasera trabaja con eficacia y desvía los remolinos de aire hacia la zona central, hacia el espacio libre entre los hombros de los dos pasajeros. Los técnicos de Porsche han evitado las corrientes de aire que inciden en la nuca.
El 911 Speedster cambia de estilo cuando se conduce con la capota desplegada: con el techo puesto, la poca altura del parabrisas, el tamaño reducido de las ventanillas laterales y de la pieza plástica que actúa como luneta posterior, dan un estilo diferente a este capricho irrepetible, la visibilidad hacia atrás no es tan buena como en los 911 clásicos, pero el problema se soluciona con los dos retrovisores externos.
El último 911 es un coche confortable, un coche cómodo que hace gala de unos asientos bien diseñados, con una forma anatómica muy agradable tanto en la base como en respaldo, de unos asientos muy envolventes. El volante, recubierto de cuero, tiene un tacto estupendo y unas dimensiones apropiadas, que permiten empuñarlo con confianza sea cual sea el estilo de conducción de su usuario. El cuadro de mandos, con cinco relojes dispuestos frente a los ojos, transmite, a su vez, una información completísima, permite conocer el pulso de la mecánica con un simple vistazo.
Así es, en pocas palabras, el 911 Speedster, el coche que ha dado un sentido distinto a los Porsche más tradicionales, un cuarto de siglo a sus espaldas y cada día más jóvenes.
· Texto: A. Marco (Motor 16 nº 294, 10-Junio-1989)
En su día se solía decir que parecía que llevara puesta una gorra o incluso una boina, coincido con Fabadas en que las otras carrocerías son más agraciadas, sea el coupé, el targa o el cabrio más convencional, pero como se vendieron pocos, valdrán bastante más que cualquiera de ellos, a igualdad de todo lo demás.
Y respecto a llevar tantos años haciendo el mismo coche, pues sí, pero es que ellos mismos han pagado caros los intentos de salirse del guion, el precioso y moderno 928 no se vendía bien, los 924/944/968 era vistos como los Porsche de los pobres, y así con todo, aunque los Boxster/Cayman tienen más aceptación precisamente por ser un buen sucedáneo del 911. al final, de puro cansancio, son entrañables, y de pura repetición, han conseguido que una arquitectura errónea funcione a la perfección (en los SUV de la marca casi mejor no meternos...).