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Mazda RX-7
A los japoneses hay que dejarlos: cuando han empezado a hacer algo no lo abandonan aun cuando todos los indicios indiquen que han tomado un camino equivocado.
El motor Wankel es un buen ejemplo. Mientras que alemanes y americanos han suspendido los trabajos de desarrollo del mecanismo rotativo a causa de su alto consumo de carburante y de las dificultades con la emisión de gases de escape, el consorcio japonés Toyo Kogyo (Mazda) de Hiroshima ha mantenido tenazmente la fe en el invento de Félix Wankel, y, además, han tenido éxito.
El deportivo Mazda RX-7 de todas maneras ha tenido suerte: en América ya ha estropeado el negocio al 924 de Porsche y también en la República Federal alemana tiene muy buena aceptación.
El hecho de que el RX-7 sea tan buen corredor no tiene que agradecérselo a su motor Wankel de dos elementos, sino más bien a su atractiva carrocería, que algunos ven inspirada en el Porsche 924, y a su precio relativamente ventajoso con respecto a este modelo, en Europa.
Además el RX-7 del 81 se ha vuelto todavía más atractivo. La potencia de su motor ha aumentado de 105 CV a 115 CV y se ha reducido el coeficiente de resistencia del aire (Cx), del que se ocupan los spoiler del frontal y de la trasera.
El aumento de fuerza, que ya se hace patente después de unos pocos metros, le ha sentado bien. El Mazda proporciona una impresión de alegría al acelerar que es claramente confirmada por los valores medidos. 9,1 segundos de 0 a 100 km/h y una velocidad máxima de 205,1 km/h son prestaciones propias de un automóvil auténticamente deportivo.
Por lo tanto la fuerza está presente de una forma suficiente, sólo que el conductor no debe ser tímido ante el número de revoluciones si quiere aprovecharse de ella completamente. Por debajo de las 4.000 en realidad no pasa nada, sólo con un régimen alto de revoluciones se vuelve bastante agresivo y gira sin quejas, con un zumbido parecido al de las turbinas, hasta las 7.000 r.p.m., a partir de las cuales una señal acústica avisa de que se está a punto de llevar las cosas demasiado lejos.
La suave marcha de los dos elementos propulsores es sin duda alguna satisfactoria y tampoco hay que dejar de mencionar otros lados positivos del motor de émbolo rotativo, la impecable marcha en frío, por ejemplo, y la inmediata respuesta al movimiento del pedal del acelerador.
No pasaremos tampoco por alto sus flaquezas. Junto a la antes mencionada falta de fuerza a bajo régimen de revoluciones, destaca en primer lugar el consumo, relativamente alto, que evidentemente los japoneses tampoco han podido dominar.
Es cierto que los técnicos de Mazda prometen una sensible disminución de su sed frente al modelo anterior, que debe ser lograda por medio de modificaciones en el colector de admisión y un carburador diferente.
Con menos de 14 litros a los 100 km es necesario un tipo de conducción muy limitado. Si se hacen largos recorridos por autopistas a todo gas, entonces el Mazda nos obsequia con algo más de 18 litros a los 100 km.
En la prueba registró un consumo medio de 16,7 1/100 km que, aun a la vista de las buenas prestaciones es sin duda demasiado, un Porsche 924, igualmente rápido, se da por contento con apenas un poco más de 10 litros a los 100 km.
En todo caso los técnicos de Mazda creen que todavía hay diversas posibilidades de atajar el problema del consumo del motor Wankel bien con una inyección de gasolina o con unos desarrollos de transmisión más largos.
Esto último ya se ha hecho en los modelos actuales, con lo cual se debe cambiar con relativa frecuencia y en los tramos de subida de las autopistas no se puede evitar el tener que reducir de la quinta a la cuarta marcha.
El hecho de que el cambio de marchas, preciso y suficientemente suave, se maneje con gran facilidad, hace que esto no sea ningún inconveniente, menor en todo caso que la dirección, que especialmente a medía carga reacciona con alguna indiferencia y que además ofrece una gran resistencia en las maniobras.
Pero el conductor se encuentra a gusto dentro de la cabina del Mazda. La posición detrás del pequeño volante de piel es muy cómoda sea cual sea la estatura y configuración del conductor, asimismo los asientos están bien moldeados y ofrecen un suficiente apoyo lateral en las curvas, las palancas de mando más importantes son muy diáfanas y bien dispuestas para su fácil acceso.
Los instrumentos circulares bien legibles y el esquema de mando del sistema de calefacción y ventilación, cuyo efecto no puede considerarse del todo satisfactorio, parecen, sin embargo, muy prácticos y visibles. Como el RX-7 se calienta mucho bajo la influencia de los rayos del sol a causa de sus grandes y fuertemente inclinadas lunas delantera y trasera, la ventilación no logra un clima agradable cuando las temperaturas son altas, y la cosa tampoco cambia mucho en invierno.
Después del arranque en frío debe pasar mucho tiempo hasta que la calefacción produzca por fin un aire notablemente caliente y una vez alcanzando su nivel de funcionamiento molesta la constante dependencia de la velocidad de la calefacción.
En estos puntos el Mazda, como también la mayoría de los demás coches del lejano Oriente, demuestra dónde están los puntos fuertes de los japoneses, su chasis de eje rígido tan sencillo demuestra a su vez donde van todavía por detrás del nivel standard europeo.
Desde luego en la práctica no se nota absolutamente nada del confort de marcha perfeccionado por el ajuste de la suspensión modificada y que los técnicos del Mazda atribuyen al nuevo RX-7. El Mazda tiene una suspensión dura, lo que en principio no molestaría en un coche deportivo si la suspensión y la amortiguación estuvieran armónicamente conjugadas.
Pero precisamente eso es lo que falta en el RX-7: se puede decir que pasa incluso los desniveles más pequeños con una crudeza total para los ocupantes y sorprende en las largas ondas de la calzada con violentos movimientos verticales que con frecuencia catapultan al sufrido conductor hasta el techo de su habitáculo.
Lo que no falta es la seguridad de marcha: el Mazda salva con considerable rapidez todas las curvas, presentando un comportamiento bien controlable y una notable capacidad de reacción, ya que ni siquiera pierde la calma al dejar repentinamente de acelerar. En este caso suele desviar un poco hacia fuera la parte trasera, lo que puede corregirse fácilmente con el volante sin necesidad de exhibir un arte especial de conducción.
Por lo tanto aún hay que renunciar a algunas ventajas cuando se prefiere un coche deportivo de procedencia japonesa y con motor Wankel a otro de origen europeo. Lo que no se puede olvidar es que la insistente evolución del Wankel ha merecido la pena en el Mazda: el mecanismo de propulsión de dos elementos es sin lugar a dudas la mejor pieza del RX-7 y eso sólo basta para creer en los ingenieros de Mazda cuando afirman con toda seguridad que en contra de todas las burlas, el principio del Wankel sigue teniendo un futuro.
FICHA TECNICA MAZDA RX-7
· Texto: G. L. (AUTOMOVIL Nº 41, Junio 1981)
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