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Lancia Prisma 1600
El Lancia Prisma es la reedición en carrocería berlina del Lancia Delta, que, como sabemos, fue acreedor al título de “Coche del Año” en Europa el año 1980. Si aquél era —y sigue siendo— un interesante dos volúmenes de avanzada tecnología, éste, con el maletero aparte, ofrece una mayor elegancia de línea, al dar una sensación más alargada o estilizada, por haber pasado, además, de un largo total de 3,88 metros a 4,18. Sin embargo, es un coche bastante compacto, que presenta notables ventajas y que incorpora buen lujo de detalles.
También, por sus prestaciones de turismo rápido y buena estabilidad, constituye uno de los modelos europeos más interesantes por cuanto se refiere a los coches medios de buenas dimensiones.
Entre el amplio abanico de posibilidades que ofrece al comprador el mercado nacional con la incorporación de nuevos modelos de importación, el Lancia Delta es uno de los más cualificados para ser considerados a la hora de elegir. La famosa marca italiana, hoy empresa filial del grupo Fiat y, por tanto, distribuida por la misma red de concesionarios, presenta diversos modelos en nuestro país, de los que el Prisma está entre los más codiciados por los entendidos, de una parte por su mecánica y de otra por la interesante implantación de aquélla en un tipo de carrocería que, si nunca ha dejado de estar vigente, a pesar del auge de los vehículos de dos volúmenes en su segmento de mercado de los cuatro metros de largo, ahora vuelve con mayor intensidad, por cuanto son ya inmensa mayoría las marcas que producen berlinas, incluso en los segmentos más bajos, como el de los de alrededor de 3,5 metros de largo. Pero mejor será que ordenemos por partes la descripción de este coche que, si bien ya lleva algún tiempo en nuestras tiendas, no es, sin embargo, demasiado conocido, sino, antes al contrario, a menudo ignorado.
UN TAMAÑO HACIA EL QUE SE TIENDE POR TODOS
Efectivamente, son los coches medios o medianos los que más atención merecen por los fabricantes europeos o japoneses. Rara es la marca que no produce algún modelo de cuatro metros, o alrededor, de largo, bien sea en dos volúmenes —tres o cinco puertas— o en carrocería berlina, con maletero aparte y dos o cuatro puertas. En este segundo caso, la construcción del maletero exige un largo mayor, y entonces, los cuatro metros pasan a ser 4,20 o algo más, pero siempre dando la impresión de coche compacto en el que, sin embargo, se puede disponer de un amplio habitáculo que ofrece la comodidad de un coche de tamaño respetable. Como límite, se pueden poner los 4,40 metros, porque un coche de 4,60 ya pasa a la categoría de grande, siendo los supergrandes de 4,80 a 5 metros.
Dentro de su tamaño —4,18 metros—, lo que supone un mérito indudable es que interiormente parece que, tanto para los pasajeros de las plazas anteriores como para los de las posteriores, la impresión sea la de viajar en un coche de mayor tamaño. También se dispone de una buena anchura interior y el maletero presenta unas dimensiones que más bien podíamos calificar de tirando a grandes. Es posible que viajen cinco adultos sin grandes complicaciones y respecto al confort y acabado interior, son los de un coche bien presentado, casi de auténtico lujo, o sin casi. El salpicadero, de acrílico de gran calidad en color negro y de formas muy prácticas y estéticas; los tapizados de asientos y paneles laterales; los apoyacodos, ceniceros, pestillos de cierre y fallebas de apertura de puerta, todo, en fin, revela una selección de materiales y un cuido en la confección realmente dignos de todo elogio.
Los instrumentos de control son también muy completos y están muy a la vista del conductor, que puede variar en altura el volante. Aparte del velocímetro y cuentakilómetros preceptivos, no falta el cuentakilómetros parcial, disponiéndose de cuentavueltas, voltímetro y termómetro de agua, por supuesto nivel de gasolina y un económetro de fácil lectura, muy práctico en este coche si se quiere hacer una conducción económica, pues la realidad es que si se anima uno al pisar el acelerador, este coche gasta algo más de lo que se pudiera esperar. También es de agradecer y notar el chequeo de luces en una pequeña pantalla con la silueta del coche a la derecha del tablero principal de instrumentos, así como otro check-control con las ocho funciones esenciales para un correcto funcionamiento, sin averías de la mecánica y de los elementos de seguridad. Todo ello, sin duda, es algo que no sobra y es bien acogido por el conductor.
ESTETICA DE ACUSADA PERSONALIDAD
Si bien es verdad que los coches italianos, en general, suelen adaptarse a unas formas de gusto muy personal y distinto que los hace diferenciarse de los demás, si hay alguna marca cuya personalidad es todavía más acusada al ir por otros caminos distintos de las demás ésta es Lancia. Sus coches han tenido de siempre un toque de elegancia y distinción que los hacía ocupar un sitio aparte, como los Rolls en Inglaterra o los BMW y Mercedes en Alemania. El dibujo, debido, como en el Delta, al lápiz de Giugiaro, conserva el perfil en cuña, y ahora, al añadir el maletero aparte, éste, continúando la cuña, se eleva un tanto sobre lo que sería lo normal o convencional. El resultado es que la estética del Prisma no sólo no se rompe, sino que resulta más agraciada y además, en el sentido práctico, aumenta la capacidad del maletero al estar su tapa más alta.
El frontal y la calandra son los mismos que en el Delta, pero se ha preferido dejarlos así, puesto que se ha tratado de no enmendar algo que se había acogido bien desde un principio, dada la acertada elegancia de sus formas, en las que se une lo tradicional con las líneas más en boga y de mayor aceptación, dentro todo de esa impronta personal que marca los productos de la firma.
También las llantas de aleación ligera, tan sugestivas, contribuyen a realzar la imagen de este coche que, aun tratándose de un turismo para una utilización normal, no cabe duda de que ofrece ese toque deportivo que no sólo se acusa en su nervio y en su conducción, sino que caracteriza siempre a la propia Lancia desde su origen y, como consecuencia, a todos los productos que de ella han salido a lo largo de los años. Los últimos triunfos en los rallyes contribuye también a remachar ese carácter de coches con buenas “performances” para automovilistas a los que gusta la rapidez.
MECANICA DE GRAN FINURA Y BRILLANTEZ
No vamos a descubrir ahora los motores biárbol de Fiat, pero sí habremos de reconocer una vez más que, técnicamente, figuran entre lo más avanzado y que el paso de los años no hace mella en ellos tan fácilmente. Estos motores, en cubicaciones de 1.600 ó 1.800 c. c., han sido y siguen siendo utilizados en diversos modelos de Seat a plena confianza de sus usuarios; gozan, pues, de buen predicamento también en España. El que monta el Prisma ensayado es un 1.600 (exactamente 1.585 c. c.), que, con una relación de compresión de 9,3 a 1 (a utilizar sólo gasolina de 96), da una potencia de 105 CV. a 5.800 r. p. m., presentando un par motor máximo de 13,8 kilográmetros a 3.300 r. p. m.
Lo mismo puede decirse de la transmisión en cuanto a su buena precisión y diseño. La caja de cambios es de cinco velocidades y marcha, atrás, mientras que los semiejes de transmisión a las ruedas delanteras son de igual longitud, para evitar desigualdades en los esfuerzos de tracción y que una de ellas supere a la otra en motricidad o agarre.
La suspensión es también la misma del Delta, es decir, del género Mac Pherson, con un excelente guiado de las ruedas posteriores, lo que asegura una buena estabilidad en curvas, evitándose el balanceo con barra estabilizadora tanto delante como atrás.
En otros particulares, la dirección de cremallera con tres vueltas y tres cuartos facilita mucho la conducción, mientras que el sistema de frenado es clásico, de discos delante y tambores atrás, con servofreno.
IMPRESIONES DE CONDUCCION
Al volante del Prisma, la conducción se hace fácil. Su tamaño es el ideal y su tacto, lo mismo. Corre bien entre las manos y las maniobras de aparcamiento se hacen sin dificultades. Pero es una vez en carretera donde se aprecia la gran suavidad de su manejo y la magnífica precisión en la trayectoria del coche, que permite “trazar" a placer en recorrido de curvas. En este caso, en las curvas, se echan de menos unos respaldos más envolventes, que sujetaran mejor el cuerpo y no hubiera necesidad de adoptar posturas forzadas.
El manejo del cambio es también ejemplo de suavidad y precisión, aunque algunas veces parezca que la tercera no entra, cuando se quiere actuar con mucha rapidez sobre la palanca. Y, es que el engrane resulta tan fácil que, a veces, parece como si la velocidad no hubiera entrado o lo hiciera sólo a medias. La realidad es que a veces no entra, pero más que nada porque no se ha sabido dar con el hueco. El habituarse a cambiar y familiarizarse con él acaba con toda aspereza, y al final nos encontramos con un mecanismo, el del cambio, que nada tiene que envidiar de los mejores.
La estabilidad es inmejorable. El coche, de por sí, en curvas grandes a fuerte marcha y por el hecho de llevar el motor por delante del eje, tiende un poco a subvirar, pero a volante se le sujeta perfectamente y se adapta a la trayectoria trazada. Por el contrario, si se anda fuerte por recorridos sinuosos con curvas de pequeño radio, el coche tiende a sobrevirar, pero no es fácil que se cruce, y aun llegado el caso, a contravolante reacciona con nobleza y se acopla de inmediato a la trayectoria originaria. Y no hay apenas más que decir de un vehículo en el que la ausencia de complicaciones en la conducción es quizá algo de lo que más lo caracteriza.
PRESTACIONES DE TURISMO RAPIDO
Esto es lo que mejor podría definir al comportamiento del Prisma 1600. Se trata de un coche para utilización normal, pero con el que se puede viajar muy rápido, o al menos suficientemente rápido para lo que permiten nuestras carreteras. En aceleración con salida de parado, obtuvimos un mejor tiempo de 34” 35, lo que es una cifra bastante aceptable para un vehículo que no es un deportivo puro. En velocidad máxima, la real fue de 170,6 km/h., marcando el velocímetro 180 y girando el motor a 6.100 r. p. m. Las velocidades posibles en cada marcha son de 50 en primera, 80 en segunda, 120 en tercera, 155 en cuarta y la reseñada de 170,6 en quinta. El escalonamiento de marchas es bueno y desde luego no se trata de relaciones largas, sino de las que convienen a nuestra orografía, sin ser cortas tampoco.
La recuperación de 40 a 100 km/h. en cuarta fue de un tiempo invertido de 15” 66 centésimas y en quinta de 21” 06. En alcanzar los 100 km/h., partiendo de parado se invirtieron 12” 96 centésimas. Y ya, hablando de consumos, fueron de 7,4 litros a los 100 a la velocidad de crucero de 90 km/h. y de 9,2 a la velocidad de crucero de 120. No son consumos muy afinados, pero a cambio bien es cierto que el coche ofrece unas buenas prestaciones en el andar y que todo ello exige un consumo algo más elevado. Las pruebas se hicieron, como siempre, con dos personas —conductor y acompañante— y un peso total de 160 kilos.
· Texto: L. F. Medina (VELOCIDAD nº 1173, 17 de marzo de 1984)
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