|
Lotus Seven
Allí estaba mi Seven —lo de "mi" no es más que una forma de hablar, por desgracia— en la puerta de la estación, esperando que introdujese las llaves en su lugar correspondiente para sacarlo de aquel largo reposo. Contacto, botón de arranque, pies en el embrague, —¡caramba, qué duro!— primera, lentamente el pie va cediendo en su presión sobre el último pedal de la izquierda... En tres saltos hacia atrás el coche me pone "demasiado" cerca de un típico taxi inglés. ¡Ya me he dado cuenta que no voy montado sobré un placentero coche deportivo. Esto es mucho más!
Galopante el motor en frío, sensacionalmente rápido de semáforo a semáforo, terriblemente bajo, muy escaso en visibilidad con la capota puesta. Hemos atravesado Norfolk y ya estamos cerca de Hethel... El gran escudo amarillo, la barrera, todo me es familiar.
MAS DE 115 CV., MENOS DE 525 KILOS
Recientemente, el Seven ha sido modificado en sus líneas exteriores y también en el sistema constructivo de su chasis, que ya no está formado por un enjambre de tubos, sino por una especie de monocasco en chapa. Las suspensiones siguen siendo las típicas, con eje rígido trasero y ruedas independientes delante, y la estampa de la fiera pertenece ya un poco a la época romántica del automóvil. A pesar de todo, a mí me gusta mucho, y creo debe ser la ilusión de muchos jóvenes del mundo.
Me fue confiado por Lotus un prototipo de los empleados para hacer evolucionar el modelo. Equipado con el Ford doble árbol de levas —naturalmente culata Lotus— preparado por Brian Hart, gozaba de la bonita suma de más de 115 CV. bajo mi pie derecho. Con suelo mojado, como mandan los cánones típicamente ingleses, y apenas 525 Kg. de peso total, la conducción del "bicho" se me mostraba más preocupante que divertida. Añadamos a estas circunstancias un magnífico cambio de marchas, pero que debía gobernar con la mano izquierda.
El primero y principal error cometido por un servidor de ustedes fue el acudir a probar un vehículo de estas características, perfectamente trajeado. Si en la calle había agua, en el interior del Seven todavía había más. Añadamos que el conductor y su acompañante llevan las piernas reposando a todo lo largo, prácticamente, del suelo del vehículo, y que las ruedas delanteras proyectan con fuerza chorros de agua hacia el puesto de conducción. Claustrofobia, suciedad, visibilidad apenas reducida al pequeño cuadro que forma el parabrisas. Poco importan cuando los coches se pueden adelantar de tres en tres con la espalda pegada contra el respaldo por efecto de la aceleración. Un pequeño "dragster" de carretera, esto es el Seven para mí.
Se pueden tener muchos motivos para comprar un coche de este género: ser millonario y tener una colección en que este Lotus es uno más; ser un fanático y pasar los inviernos resfriado y sin poder ponerte nunca un traje limpio; ser un enamorado de la conducción y de la mecánica, y disfrutar los momentos de expansión conduciendo por carreteras pequeñas y tortuosas. En cualquiera de estas tres formas, pero sobre todo en las dos últimas, el coche se debe querer a ciegas. Si no es así, le aconsejo que no se lo compre, porque los inviernos son largos y las carreteras bacheadas.
NO ES UN COCHE BARATO
Aunque su exterior indique lo contrario, hemos de aclarar que no es un coche barato. La versión que probé cuesta en Inglaterra 1.295 libras esterlinas, que vienen a ser unas 210.000 pesetas. Si se compra montado se deben añadir unas 60.000 pesetas de impuestos, pero para ahorrarlas se puede obtener en forma de "Kit". Una pareja, en un fin de semana puede montar su coche, ya que el despiece está muy simplificado y reducido a grandes conjuntos. Se puede disponer de un equipo más económico y que no sobrepasa las 1.000 libras (170.000) pero con un motor de 84 CV.
Con estos precios, ¿dónde se vende el Seven? La mayor parte de vehículos van a los Estados Unidos, país inmensamente grande que apenas nota la llegada de varios cientos de éstos "casi automóviles". En Inglaterra se quedan unos cuantos, que son vendidos por una red especial de distribuidores y que van a parar a manos de los numerosos amantes de los coches que existen en las islas.
Poseer un Seven es un sueño acrecentado para mí después de haberlo probado. Aún siento la suspensión dura botar en los pasos a nivel, el roncar del motor a la izquierda de mis piernas, la altura extraordinaria que toman los otros coches situados a nuestro lado, el "morro", que se va violentamente hacia la derecha cuando saltamos de la fila para adelantar, la escalada rápida y precisa de marchas, la intimidad que proporciona la poca visibilidad... ¿Es difícil conducir un coche que parece tan desproporcionado? Las curvas presentan sus problemas, qué duda cabe. No se puede hablar de coche sub o sobrevirador, porque a mí me ha parecido una combinación de ambas características. Con suelo mojado se debe tener mucho cuidado al acelerar o soltar el embrague, porque es fácil quedar atravesado en medio de la carretera. La dirección, sumamente directa, es una delicia en carreteras sinuosas, pero se extraña en los primeros kilómetros.
No es un coche para la ciudad, porque es difícil maniobrar con él, dada su poca visibilidad y la escasa progresividad del embrague, y también, ¿por qué no decirlo?, porque no hay manera de llegar a un lugar de compromiso de manera presentable.
DURARA MUCHOS AÑOS
Si las circunstancias económicas no influyen, el Seven tiene vida para muchos años. Su línea, por anacrónica, sigue gustando. Es el primer coche que muchos hubiésemos querido poseer. Su mecánica, por simple ensamblaje de piezas superprobadas, está a prueba de cualquier eventualidad. Para Lotus Racing es el complemento para poder continuar trabajando en la época en que no se fabrican coches de carreras; para Chapman, es el recuerdo de su primer coche comercial. Para nosotros, después de haber disfrutado a su volante, sigue siendo la ilusión frustrada —barreras aduaneras por medio— y el deseo de que alguien se atreviese a realizar algo similar en España. · Texto: J. Forcano (AUTOMECANICA nº 22, 1 Junio 1979)
|
|