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Ford Granada 2.3 Ghia Break
Hace poco más de un año (VELOCIDAD, número 956, enero 1980), realizamos la prueba del Ford Granada 2.8 Inyección. Desde entonces no habíamos vuelto a probar uno de estos coches, y es coincidiendo con la renovación de las importaciones Ford cuando les ofrecemos una nueva prueba del Granada, pero ahora en una original versión, el 2.3 Break en acabado Ghia.
Creemos que es un modelo que merece un comentario amplio por varias razones. En primer lugar, la versión de motor V-6 2.300 c. c. es la que más aceptación está registrando en Europa y casi la mitad de las ventas del Granada se basan en dicha motorización. Por otra parte, como break es uno de los modelos con más posibilidades, y a todo ello hay que añadir un precio muy competitivo, como es norma en Ford, aunque el grueso de las ventas sea de modelos con equipo GL y no Ghia, como ha sido nuestro coche de prueba.
El Granada es un clásico dentro de la gama Ford. Considerado como uno de los coches más acertados de los fabricados por la marca en Europa, respondía en la versión 2.8i a unas características de comportamiento francamente brillantes y agradables para el conductor. En el caso del 2.3 Break, la vocación ha variado radicalmente. Ya no es esa berlina de aceleraciones fulgurantes —claro, que el precio también es muy inferior—, sino una ranchera hasta la médula, si se nos permite la expresión para hacer ver el cambio de filosofía que implica el motor pequeño. Sin embargo, al mismo tiempo que realizamos tal constatación se ponen nuevamente de manifiesto una serie de virtudes —inclusive acrecentadas—, que son las que determinan el atractivo de este Granada.
CONFORT Y ESTETICA
A nuestro gusto, la estética es una de esas ventajas. El Granada Break tiene una línea muy atractiva, sobre todo visto de lado y de tres cuartos delanteros. Su clasicismo aporta una especie de confirmación a los cánones estéticos por los que puede juzgarse a un break, como sentando unas bases de belleza sobre ruedas. Hay una gran superficie acristalada, y ello redunda al mismo tiempo en una visibilidad sin problemas, completada por un equipo óptico correcto, que si el usuario lo desea puede verse apoyado por los correspondientes supletorios de larga distancia y antiniebla. Ahora bien, la estética del Granada tiene un punto débil en su parte posterior. Portón y grupos ópticos no alcanzan un equilibrio, y en el juicio final también contribuye lo masivo del conjunto. No olvidemos que el Granada es uno de los coches más grandes del mercado, y sus dimensiones son importantes. Luego, hay detalles como el de la baca opcional, equipo de origen Ford, que combina la estética y la funcionalidad, siendo el resultado final favorable, por lo bien que se integra, y sobre todo por lo acertado del diseño.
En lo referente al confort, el Granada ofrece un nivel excelente, aunque tiene sus pegas, siendo éstas de detalle. En general, la comodidad puede considerarse como una de las grandes ventajas de este coche. La suspensión es un ejemplo de lo que puede hacerse para cubrir un largo trayecto sin cansancio, pero con la ventaja de proporcionar una estabilidad a nuestro juicio ideal, de tal manera, que la conducción del Granada no requiere de especiales alardes si se quiere andar todo lo rápido que permite su motor. Y esto también redunda en el confort, al igual que la dirección asistida o la suavidad del cambio. Pero al margen de esto, hay detalles que no nos satisfacen. Los asientos son algo cortos. Se echa en falta un reposapiés al que puedan acceder los conductores de todas las tallas, como traen otros coches de este tipo. El sistema de climatización no permite una combinación de aire caliente para los pies y aire frío para la cara, aunque, eso sí, es muy potente y con numerosas salidas. Los asientos delanteros son cortos, y el aro del volante tapa elementos de control tan vitales como puede ser el manómetro de presión de aceite. Son pequeñas pegas, pero están ahí, aunque parece ser que los hombres de Ford se han propuesto resolverlas en el próximo “face-lifting” o “lavado de cara” que sufrirá el Ford Granada en su gama 82.
DOS METROS DE MALETERO
La faceta familiar se adivina hasta dónde puede llegar viendo el coche por fuera, pero al abrir su portón posterior hay una confirmación que no ofrece dudas. Los que no tengan suficiente, pueden lograr un maletero de dos metros de largo, una vez abatido el asiento trasero. Cuidadosamente enmoquetado en la versión Ghia, es especialmente capaz, con espacio de sobra para el equipaje de una familia numerosa. En los laterales tiene dos compartimentos independientes para llevar algún pequeño objeto o paquete, en tanto que bajo el piso hay un hueco donde van la rueda de respuesto, el gato, etcétera.
En su posición normal, el maletero tiene una longitud de 116 centímetros. Su anchura máxima es de 150 cm., que se ve reducida entre los pasos de rueda a 118 cm. Para conseguir esos dos metros de longitud antes citados, el respaldo del asiento trasero es lo único que bascula hacia delante. La operación es sencilla, y los correspondientes pestillos se liberan con sólo correr una palanquita. Además, como lo que es asiento no se mueve para nada, no hay que andar moviendo primero un elemento y luego otro. La superficie de carga es completamente lisa y aprovechable al máximo.
El aspecto funcional es, por tanto, uno de los más logrados en este coche, y por la facilidad de conversión del maletero, por su capacidad y aprovechamiento, merece un sobresaliente. La calificación que merecería un aspecto como el del acabado debería ser asimismo brillante, tal es la calidad con que están realizados los remates generales de este coche.
SUAVE, SILENCIOSO Y GASTON
Al pasar al tema de la mecánica, es el motor lo primero que llama la atención, por la personalidad que confiere al Granada Break. El seis cilindros en V, alimentado por carburador y con 2.300 c. c. de capacidad, es una planta motriz sobre todo suave y silenciosa, pero al mismo tiempo excesivamente ávida de combustible.
El V-6 Ford va como la seda. Contribuye al confort general del coche, aunque su rendimiento, con 114 CV. DIN de potencia, no sea brillante. Pero hay que partir de la base de que la vocación de este modelo no está en la brillantez de prestaciones. Yendo de antemano con esta premisa, el Granada 2.3 no nos decepcionará, porque encontraremos en él otros valores, aparte de esas fulgurantes aceleraciones (ausentes en este caso) que tienen los 2.8 i. Claro está, que en un coche de este tamaño, el no ofrecer esa inmediata respuesta al acelerador le resta homogeneidad. Al margen de estas consideraciones, el V-6 2.3 permite mantener descansadas velocidades de crucero de 140 km/h. y, utilizando el cambio con decisión, sus valores de aceleración son válidos.
Llegamos precisamente al capítulo del cambio, uno de los que menos convencen por su escalonamiento. Si su manejo ya hemos dicho que es muy cómodo —aunque también es algo lento—, las relaciones finales son tan sumamente largas que nos hacen pensar obligatoriamente que se trata de un coche alemán, procedente de un país donde las autopistas son legión. Es un cambio totalmente inadaptado a las carreteras españolas, y es también por ahí por donde vienen la avidez del motor por el combustible y su ausencia de brillantez. Son las cuatro que tiene unas marchas muy largas. En segunda, el velocímetro supera los 100 km/h., y en tercera alcanza los 140. Hay que echar mano de la segunda con demasiada frecuencia y pedir al motor todos sus caballos para hacer ciertos adelantamientos con rapidez. Y si al juzgar el conjunto de las prestaciones no puede decirse que sean brillantes, pero tampoco decepcionantes, el poder de recuperación en cuarta es francamente desalentador. El granada 2.3 Break invierte 40 segundos para cubrir un kilómetro partiendo de 40 km/h. en cuarta velocidad. En contrapartida, el kilómetro con salida parada lo hace en 35,9 segundos, cifra ya más aceptable, aunque resulte inferior —por ejemplo— a la de un Talbot Horizon GLS.
Nos hemos referido al consumo y hemos dicho que es alto. Ciertamente, los valores obtenidos en nuestra prueba no han sido favorables que se diga. En utilización por carretera REDIA, pero con algún puerto de montaña incluido, y con velocidades de crucero del orden de 130-140 km/h., hemos gastado entre 13,8 y 13,4 litros, según las condiciones del tráfico. En un recorrido mixto carretera REDIA-carretera secundaria, llevando una conducción más bien tranquila, sin pasar de 120 km/h., salvo en alguna ocasión muy determinada, el consumo fue de 12,1 litros. Por último, en ciudad subió a 15,8.
En contrapartida, el Granada tiene un comportamiento que cada vez nos agrada más. Su estabilidad es muy buena, y en carreteras tipo REDIA viradas, está a sus anchas. La dirección es otro de los puntos que más nos gustan. Es suave, precisa, tiene un radio de giro reducido y su asistencia no ofrece inconvenientes. Tal vez los frenos estén un escalón por debajo de los restantes elementos condicionantes del comportamiento, pero parece ser que también van a ser mejorados en los futuros Granada. · Fuente: A. Mallo (VELOCIDAD nº 1026, 9 de mayo de 1981)
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