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Rolls-Royce Silver Spirit
Cuando se inicia la prueba de un Rolls-Royce, nada más tomar asiento frente a su volante y poner el coche en marcha, se comprende de inmediato que tenemos en las manos un aparato que no es el resultado de una inspiración genial, pero fugaz, ni tampoco el del trabajo de un equipo de ingenieros de vanguardia. El Silver Spirit es un tronco que hunde sus raíces en el pasado y emerge en el momento actual, (este automóvil es de 1987), siguiendo un lento proceso de evolución que no responde a los conceptos tradicionales de renovación del resto de las marcas del mercado. Los Rolls-Royce van poco a poco cambiando con el tiempo, pero el cambio en sí no es en absoluto ni un fin ni una necesidad. Por eso el concepto de novedad en RR carece de la importancia que tendría en cualquier otra marca, y por eso igualmente, cuando hemos tenido la oportunidad de hacer un reportaje con un modelo de hace tres años, no lo hemos dudado ni un instante. Por otra parte los RR carecen de la característica de la obsolescencia, y si en un modelo normal el interés por el mismo es máximo el día que aparece en el mercado, se mantiene luego en un suave declive durante un par de años, cae luego más rápidamente durante los tres o cuatro siguientes, queda en el limbo de los automóviles durante otros diez o doce, y luego vuelve poco a poco a revalorizarse según la intensidad de sus méritos, hasta llegar a ser un vehículo apreciado incluso más que el día que apareció en el mercado, en los RR el proceso es completamente distinto, manteniendo una curva de interés en la que no hay ni grandes máximos ni mínimos. Una curva mucho más plana en la que tampoco existe una expectación especial en el momento de su aparición. Los conceptos alrededor de los cuales está creado este automóvil, como elegancia, distinción, confort, silencio y lujo, cambian mucho más despacio que otros y no hacen necesario el aspecto de novedad, tan importante incluso para marcas como Ferrari, cuyos automóviles igualmente gozan de una aceptación mítica.
A LOS MANDOS
En el momento en que uno se acomoda en el redondeado asiento tras el volante de un Silver Spirit, después de haber ajustado el mismo según cuatro grados de libertad, con un ligero toque a sus mandos eléctricos, uno se siente en casa, a gusto. Es una sensación curiosa y que para conseguirla suponemos que RR gastará miles de horas de trabajo, pero en ningún otro automóvil se percibe nada parecido. En un F-40 hemos sentido ansiedad, en un BMW 850, curiosidad, en un Mercedes 560 ruborosa satisfacción, en un Jaguar temor a que se rompa y en un Imperial, superioridad, pero la sensación de plena satisfacción que da el RR es algo distinto y único.
Tras un sencillo volante negro de dos radios, casi austero, llama la atención una pantalla circular en donde se señala la marcha seleccionada en la caja de cambios automática. Más allá, un gran panel de madera de nogal impecablemente barnizado, obra de un ebanista más que de un mecánico, y dotado de un pulido tan perfecto como el del cristal, pero más duro que éste, sirve de soporte a un cuadro de instrumentos convencional y accesible. La información esencial es suministrada por un conjunto de grandes indicadores, incluso dinamos que exageradamente grandes, en el que se nota la ausencia de contador de revoluciones. (Ajenos a la competencia de prestaciones RR continúa sin suministrar sus datos técnicos de funcionamiento en una actitud que sólo se puede calificar como de calculadamente despectiva). Junto al indicador de velocidad un gran panel vertical y muy tosco suministra información sobre diez parámetros de control mecánico. En otro lugar, otro gran panel horizontal contiene el reloj, el indicador de temperatura externa y el de tiempo de viaje. El nivel del agua, del aceite, del líquido hidráulico, etc. todo puede ser controlado desde el tablero.
La sensación del conductor se hace extensible al resto de los pasajeros. La presencia de la madera, de un cuero perfecto, de un acabado meticuloso y el que sólo se emplee materiales tradicionales trabajados de la mejor forma posible, crean en su interior una atmósfera hasta cierto punto irreal. Desde el cenicero encastrado en la madera de la puerta delantera, hasta el trasero, igualmente encastrado en la puerta y con su encendedor respectivo incorporado, las luces traseras de cortesía, el sistema automático de aire acondicionado, que cuesta tanto como un automóvil normal de tipo medio y que constituye un auténtico récord de funcionamiento silencioso y eficaz, ponen de manifiesto que por lo que respecta al diseño y calidad del interior del automóvil, el Rolls Royce no tiene rival. En alguna otra ocasión hemos comentado que RR asegura que uno de sus automóviles puede viajar desde el Norte de Suecia hasta el Sur de Argelia sin necesidad de tocar para nada el ajuste de su sistema de aire acondicionado, y lo que es aún más difícil y mucho más caro de conseguir, sin mover el ajuste del volumen del aparato de radio.
El silencio de funcionamiento del Silver Spirit es verdaderamente notable, particularmente en ralentí y a baja velocidad, (menos de 120), siendo el vehículo más silencioso en estas circunstancias probado por nosotros, pero a alta velocidad, (por encima de 160), su mala aerodinámica le perjudica y hay otros modelos más modernos que le superan.
Antaño los RR se diseñaban para ser manejados por un chófer que era considerado como una pieza más del vehículo, mientras todo se centraba en los pasajeros traseros a los que se les facilitaba una mesita de trabajo, luces adecuadas y por supuesto un bar adecuado a la categoría de sus ocupantes. Los RR siempre han sido, y son el decorado perfecto para el señorío, pero en la actualidad, además, se supone que no hay ningún impedimento para que el señor conduzca igualmente su vehículo.
TECNOLOGIA
El motor del Silver Spirit es un tradicional V-8 de 6.750 cc que con una relación de compresión de 9.0:1 y un régimen de giro máximo no suministrado por la marca -al igual que su potencia máxima-, pero que debe de andar como máximo por las 4.500 vueltas. Asignándole un rendimiento de 33 CV por litro, (que nos parece incluso generoso), tendría una potencia máxima de 222 CV, con que el Silver Spirit podría alcanzar una velocidad máxima de 200 Km/h, que es en realidad su límite. No está pensado para que su gran cilindrada suministre una importante potencia bruta, sino un gran motor a bajas revoluciones. Por otra parte es evidente del peso, tamaño y forma del modelo, que no está pensado para correr, sino para poseer una agradable marcha de crucero.
Cuando arrancamos, el motor responde con una suavidad ejemplar y con un suave zumbido que más recuerda al de una turbina que al de un motor de cilindros. El mando eléctrico de la caja es suave y silencioso, y la asistencia a la dirección, perfecta, pues mantiene el tacto de la misma sin que por otra parte sea necesario hacer el más mínimo esfuerzo. Los discos de 11 pulgadas de diámetro, ventilados los delanteros, poseen una potencia de acuerdo con la inercia del automóvil y su eficacia solo sería puesta a prueba en un circuito, para lo que desde luego no está hecho este modelo. Si nunca antes se ha conducido un RR, o se ha hecho pocas veces, y más aún si no se está acostumbrado a las cajas de cambios automáticas, la sensación es de que el enorme motor lo hace todo por uno y que la reserva de potencia es inagotable. La realidad es que esto no es así, y si continuamos exigiéndole, el motor enseguida nos muestra sus límites. Pero como su enorme cilindrada le da un par motor excepcionalmente alto, entre las mil y tres mil revoluciones, la disponibilidad de potencia es excepcional.
Por lo que a su estabilidad se refiere, con el paso de los años se han ido incorporando soluciones de avanzado diseño. El tren delantero es de ruedas independientes, formado por dos grandes triángulos deformables, muelles helicoidales y amortiguadores hidráulicos, con barra estabilizadora y antibalanceo. El trasero es de ruedas semiindependientes, mediante barras de torsión, con amortiguadores de gas y barra estabilizadora. El resultado es un comportamiento de una gran suavidad en carretera, con un elevado nivel de confort unido a una indudable eficacia en curvas amplias y a un comportamiento mucho menos destacado en virajes cerrados, en los que el gran peso y tamaño del coche no dan tiempo a su suspensión a que se recupere. De todas formas los detalles técnicos son los suficientes para el carácter del coche, y en este aspecto RR jamás ofrece ni un ápice de más.
Contrasta esta actitud de cicatería investigadora en la mecánica, con el lujo del trabajo de acabado e incluso con la sofisticación de muchos componentes. Un ejemplo curioso es el de las cerraduras, realizadas bajo la inspiración de un modelo de antiguo egipto con más de 4.000 años de antigüedad. Es curioso este contraste, pero no único, porque en realidad todas las grandes marcas norteamericanas han vivido igualmente de espaldas a los avances de la tecnología. La segunda gran diferencia es que mientras en los modelos americanos todo se basaba en la apariencia, en RR todo se basaba en la realidad. Rolls-Royce no imita el cuero, RR no imita madera, RR no imita los cromados ni la lana, Rolls-Royce solo se imita a sí mismo. · Texto: J. A. de la Rica (AUTOESTILO nº 14, noviembre 1990)
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