Cuando ustedes se cansen de mí, me lo dicen, por favor.
Pero mientras eso no suceda yo seguiré poniéndoles a los coches un poco de literatura. Quizá la necesitan. ¡Yo qué sé!
Sucede que ahora la gente se compra un coche, lo «rueda», lo estropea, paga las letras se va con él a Marbella, deja que se lo usen amigos y enemigos y a los dos años justos —o antes— lo vende sin un adiós,; se olvida definitiva e injustamente de él. ¡A saber por qué!
Los coches no son ahora menos fieles que antes. Los coches de ahora son tan buenos como los de antes de la guerra y de la otra guerra.
Pero ahora «usamos» los coches y antes la gente «tenía» los coches.
¡Acabáramos!... El mal no está en los coches, está en nosotros.
Un modesto «600» puede hacer tantos kilómetros y tantas «cosas» como un Delage o un Duesenberg. O más.
Pero como es un «600», hay que soltarlo en seguida, «ir a más». Lo siento, pero tampoco sé por qué.
Lo que sí sé es lo que me ha contado un negociante de pieles de Cervera de Pisuerga, provincia de Palencia, según se baja el puerto de Piedrasluengas y camino de Herrera de Pisuerga (que es un poco más importante porque está en «la general»).
Lo que me ha contado —porque vi su Dodge del año 28 y le pregunté— es que desde que compró su coche, y ya no se acuerda de cuándo lo compró, le ha sido fiel. El coche ha correspondido, por supuesto, a esa fidelidad.
Desde Cervera de Pisuerga hasta Potes hay 65 kilómetros, con el puerto de Piedrasluengas por medio (1.313 metros), y el dueño de este Dodge tan especial se lo hace una vez al día —invierno y verano (sobre todo, invierno)— para llevar y traer sus pieles.
Nuestro hombre podría comprarse cualquier otro coche, incluido un todo terreno lleno de diferenciales, ruedas de nieve y eficacia en malos terrenos. Pero tiene su Dodge y su Dodge sube y baja el puerto.
Yo, frívolo de mí, cometí la equivocación de preguntarle si lo vendía. Se portó demasiado bien conmigo. Ya antes, un conjunto musical de esos «pop» le había hecho una oferta. Evidentemente, el hombre no quiso ver naufragar su coche entre gritos y melenas y ni escuchó. A mí me dio explicaciones amables y negativa rotunda. Y me alegro, ¡qué coño!
Una vez que yo iba a vender uno de esos coches viejos y nobles, el coche se puso a andar mejor... ¡Se enteran los puñeteros! En fin...
En este caso es una tontería hablar de cuántos cilindros tiene este Dodge. De lo que anda en primera o de lo que carga, o de lo que frena. Es un COCHE. Anda lo que haga falta. Sube cuando su amo —no dueño— lo necesita.
Frena lo que necesita frenar, carga lo que le echen, arranca cuando le mandan. Y está ahí, en Cervera de Pisuerga, llevando pieles desde allí a Potes y vuelta, porque es su obligación.
¡Y no hay más! Es un coche y se acabó.
Fuente: CRITERIUM nº 14 (Diciembre 1972)