
La posibilidad que el comprador de un coche tiene de poder recoger personalmente su vehículo en la fábrica Mercedes, proporciona contactos duraderos entre la clientela y la fábrica productora.
En 1965, 40.000 clientes de 112 países recogieron directamente su automóvil en Sindelfingen.
Un botones, portador de un paraguas de colores se acerca al taxi. Otro saca las maletas del mismo. Los dos acompañan al huésped hasta la recepción del departamento de entrega de vehículos, donde cuatro simpáticas señoritas versadas en cinco idiomas dan la bienvenida a los clientes y visitantes de todo el mundo.

Se le puede satisfacer todavía algún deseo al huésped de ultramar, que hace escasamente una hora aterrizó con un reactor gigante en el aeropuerto de Stuttgart-Echterdingen, mientras se prepara para la entrega de su nuevo vehículo.
En el piso bajo hay lavabos, duchas, habitaciones de descanso y un puesto de venta de artículos de tocador. Caso de que el cliente necesite que se le cosa algún botón, se le quite alguna mancha de sus vestidos o se le replanchen las rayas de los pantalones, también hay el servicio correspondiente. En el restaurante, al doblar la esquina, puede restablecerse del cansancio del largo viaje. ¿O es que quizá prefiere ver cómo se fabrica un coche de turismo Mercedes-Benz? Dentro de unos minutos, en la sala de exposición, empieza la próxima visita a la fábrica.

Cada día cientos de clientes y visitantes de todo el mundo se mueven sorprendidos por la luminosa sala de recepción del departamento de entrega de vehículos de la fábrica de Sindelfingen, ante las puertas de Stuttgart, y admiran la perfecta organización y a los amables empleados, siempre dispuestos a ayudar, que parece les lean los ojos todos sus deseos.
Exóticos saris y coloridas vestiduras africanas forman parte de la estampa diaria y crean una atmósfera que, a veces, hace pensar en el trajín agitado de un aeropuerto internacional.
De EE.UU. solamente llegan cada día a Sindelfingen numerosos turistas para hacerse cargo de su nuevo coche. Y no es raro que entonces hagan un viaje de seis o siete semanas por Europa, para, a continuación, amparándose en considerables bonificaciones aduaneras, llevarse a casa el vehículo, ya no totalmente nuevo, de fábrica. La fábrica de producción del coche a comprar es una meta turística muy popular en los EE.UU., especialmente cuando se trata de ir a la Daimler-Benz de Sindelfingen.

Ni que decir cabe que en Sindelfingen el comprador es todavía rey, que aún está en vigencia la ley tácita, según la cual para el cliente hay que hacer diez pasos más de los que él espera. Consecuencia: cada vez se recogen directamente más vehículos en la fábrica.
Se ha pensado realmente en todo. En la carta del restaurante, junto a platos suaves, hay especialidades gastronómicas de países cercanos y lejanos. En la sala de recepción se pueden leer los últimos informes sobre el estado de las carreteras, hay mapas de la región de Stuttgart y un buzón para el envío de saludos postales.
También se pueden obtener botiquines de viaje, maletines auxiliares para el caso de averías durante el camino y juegos de repuestos.

Con todo, el centro es la recepción. Allí las señoritas azafatas se encargan de sacar entradas de teatro para los clientes, de reservar camas en hoteles de Stuttgart o Munich, de sacar pasajes de avión o barco y de pedir conferencias telefónicas con Nueva York o París. Para enviar saludos a casa también se puede obtener en la recepción papel de cartas, postales y los sellos correspondiente. Hay a disposición mapas de carreteras, planos urbanos, guías de espectáculos y, finalmente, para los visitantes menudos, en los que también se ha pensado, hay tabletas de chocolate, con vehículos Mercedes-Benz en ellas estampados.
Mas de pronto suena el melodioso gong que anuncia y precede a los avisos en varias lenguas por altavoz: se llama al cliente para que vaya a hacerse cargo del vehículo. Se comparan de nuevo los papeles y un experto aclara todo lo relacionado con el gobierno y mando del coche. ¿Desea el cliente todavía hacer un recorrido de prueba, a fin de familiarizarse con el vehículo? Empleados amables le asesoran también en lo que respecta a las numerosas combinaciones posibles de pinturas y equipo interior.

Y, finalmente, están todavía los visitantes a los que les gustaría ver cómo se produce un Mercedes-Benz en la modernísima fábrica de Sindelfingen, en la que cerebros electrónicos dirigen y controlan el curso de la fabricación y hacen que vehículos a medio construir se deslicen por unas vías, como guiados por una mano fantasma. Todo ello es suficientemente excitante como para sacrificar una hora.
El año pasado registró esta fábrica, lugar de trabajo de 22.300 personas, que construyen los coches de turismo Mercedes-Benz en un terreno casi tan grande como el principado de Mónaco, unos 50.000 visitantes. En esta cifra no están ni siquiera incluidos los escolares, estudiantes y participantes en cursillos que visitaron la fábrica en grupos.

En el departamento de entrega de vehículos se ha dado la bienvenida a numerosas personalidades, clientes de Mercedes-Benz: emperadores, reyes, investigadores, financieros, actores y actrices de teatro, cine y televisión. Todos fueron recibidos con la misma amabilidad que se depara a los clientes de nombre menos conocido, para los que los colaboradores del citado departamento hacen también a mendudo horas extra cuando no pueden aquéllos llegar hasta el último momento. El cliente sabe que en Sindelfingen el contacto entre comprador y vendedor es algo más que un puro slogan publicitario...
Texto: MOTOR MUNDIAL nº 269 (enero 1967)