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Los bricos de los foreros


   
 

De coche "O" en un Maserati 3500 GT del '61

Por Ramón de M

   
 

 

 

Hace unos años, leía con fruición en Ruoteclassiche una prueba del Maserati 3500 GT del Museo de Quattroruote. En su entradilla, Fulvio Zucco decía algo parecido a esto: “Potente sin dar miedo, deportivo sin ser incómodo, musculoso sin perder la clase. Se conduce casi como un coche moderno y se tiene en carretera con sorprendente seguridad”.

 

Desde luego no conservé en la memoria esas palabras, reconozco que no dejó de ser una crónica más de las muchas -todas sabrosas-, que ofrece la lectura de Ruoteclassiche. En aquel momento tampoco se me podía ni pasar por la cabeza que unos años más tarde iba a tener ocasión de comprobar hasta qué punto es precisa la definición de Fulvio Zucco (¡qué nombre más evocador!).

 

El regalo inmerecido de la amistad con que me han abrumado Emilio, David y Pepe (el orden no importa), de la firma Mille Miglia de Torrelodones, ha sido la causa. Su colaboración con la organización del III Clásico Torrelodones iba a traducirse en la participación con los coches 0 y 00. Para el 0 estaba decidido sacar la joya de su exposición actual: un Maserati 3500 GT del ’61 con un antiguo y largo historial de competición (cosa rara en este modelo) en USA y Europa y con homologación FIA. Me insistieron en que compartiera con ellos su volante. Aclaro: tuvieron que insistirme porque me parecía un regalo inmerecido, no porque no me temblaran las piernas cuando me lo ofrecieron.

 

Me rendí. La organización del campeonato TRECE es soberbia, y el recorrido secreto, resultó el escenario ideal para la experiencia. Organizamos una pequeña Squadra con otros tres Maseratis: un Biturbo Spider (que nos acompañó hasta el almuerzo), un Ghibli del ’98 y un 4200 GT. Cuando en Cebreros Emilio me cedió el volante y ocupó el asiento del copiloto, no acertaba a enganchar mi arnés. Ante mis ojos llorosos de emoción, el volante de tres radios, los relojes amplios, el cambio con parrilla al estilo Ferrari, el interruptor de corriente, y un enorme capó por delante del parabrisas. Todo espíritu años cincuenta/sesenta.

 

 

 

Corriente, encendido, y como onomatopéllicamente dicen los periodistas franceses, el vrombissement del seis cilindros de doble encendido y tres Weber dobles, inundó el habitáculo. El cambio, algo duro, de recorridos cortos, precisos y de un tacto tremendamente metálico. Al principio los recorridos con la rejilla parecían complicados, pero como casi siempre, era cuestión de costumbre. Engranar primera y soltar el embrague, nada duro, para iniciar mis primeros metros a bordo de un coche que muy poca gente corriente como quien escribe, tiene ocasión de conducir. El borde de la carretera me gasta la primera jugada (soy benévolo conmigo, no, fue mi nerviosismo): el tubo de escape tocado.

 

Carretera, dirección Las Navas del Marqués; es un tramo de enlace. La macchina avanza con una suavidad que ya les gustaría a los TDI de última generación. La dirección es de época, de eso no hay duda, hay un cuarto de vuelta sin sensibilidad. Nada distinto de mi Giulia Spider ’62, por tanto no me sorprende, esto es así. Pero el cambio me sorprende desde el principio: eficaz, preciso, perfectamente sincronizado hasta en primera. No hay forma de que rasque, ¡vaya diferencia con los cambios Alfa de la época!

 

Enfilamos la primera recta. Gas, segunda, tercera, cuarta. ¡Qué sonido, y qué par, una locomotora! Los weber aspiran y empujan la mezcla tan eficazmente como se dice, y aportan un fondo musical al escape de cuatro salidas, que hace delirar. Las primeras curvas. Tanteamos. Balanceo muy reducido, ¡y el eje rígido trasero gira junto al delantero! Otra sorpresa: en las Giulietta/Giulias el eje delantero tiene que lanzar un silbido al trasero para obligarle a entrar por su mismo sitio, ya que hace la guerra por su cuenta. En este no. Ahora estoy cayendo en la cuenta de que Alfa cedió el paso a Maserati en eso de hacer coches de prestigio precisamente en aquella época. ¡Nada que ver!

 

 

 

Estamos subiendo. Forzamos las 4000 rpm, y entonces el sonido se vuelve mucho más agudo, pidiendo guerra. La sonrisa se vuelve nerviosa de emoción buscando la complicidad del copi que no por acostumbrado deja de temblar ante esas provocaciones.

 

La llegada al parque cerrado de Las Navas me hace sentir un Portago en miniatura al volante de un coche que no merezco. Alguno de los pilotos de verdad me dan la enhorabuena, y tengo que aclarar que mi privilegio es conducirlo: sólo pero nada menos.

 

El reencuentro con toda la Squadra es para desbordar el intercambio de sensaciones: ¡qué máquina!

 

Tras el almuerzo me vuelvo a ajustar el arnés con David a mi lado, cámara en ristre. Hay que volar para que los participantes no nos alcancen (¡los Kremers son el coche nº 1!). No me resisto. Enfilamos al sur. Tráfico. Mi primer adelantamiento. Fuerza de sobra, precisión en la dirección, ¡un éxito, qué fácil! Las primeras curvas rápidas enlazadas, con buen firme. Veremos; al fin y al cabo el diseño del bastidor tiene cuarenta y cinco años. Imperturbable. Seguro que el 4200 GT actual lo hace mejor, pero habría que ver cómo giraba un 250 GT de su época para tener referencias. No puedo aspirar a alcanzarlas. Sólo recuerdo de nuevo mi Giulia, una estabilidad de referencia en aquella época. Me callo por respeto a la niña de mis ojos, a mi novia eterna.

 

Fin de tramo. Reagrupamiento de la Squadra Maserati. Nuevo atropellamiento verbal de unos con otros. Sesión de foto-souvenir inevitable. Intercambio de volantes, aunque todos Maserati, nuevo tramo de enlace, nuevas especiales, nuevos cambios atropellados y nerviosos de volantes. Casi al final, observando estos bailes de pilotos en el 3500 GT, Kremers Jr. tiene que reconocernos que se nos nota que estamos disfrutando tanto o más que ellos. Un halago viniendo de él, ¡pero es que era verdad!

 

Final de Rallye de copiloto subiendo hasta Robledondo. Emilio domina el juego freno/embrague a la perfección, y el Maserati vuela hacia el puerto, porque el juego del acelerador lo domina mejor aún. Bajada hasta Torrelodones reposada, saboreando, recapitulando. Un privilegio tener en su época una máquina así, y más conducirla hoy en este estado de gracia. Bueno, estado de gracia no, porque este placer tan intenso que he sentido conduciendo, viendo, sintiendo esta máquina, tiene que ser sin duda pecado. Y de los gordos. Pero no me podré confesar de ello, porque me faltará el propósito de la enmienda. Si puedo volveré a pecar. ¡Sin duda!

 

 

 

Gracias Emilio, Pepe, David, por vuestra amistad, que me ha permitido hacer realidad un sueño inalcanzable.

 

Fotos: Ramón de M y fotoestudio 928

   
   
 
   
   

 

 

 
Comentarios de los lectores
 

 

 1. lucía

 hola foreros el coche es precioso,el rally una pasada y como siempre emilio estupendo y muy guapo.ah y el spider rojo corrió una pasada.

 

 

 2. david5151

 Que pasada... tu si que vives bién, "Portago en miniatura".:-)

 

 

 3. JAVIER RIVERA

 te lo has pasado bien eh ¡ me alegro eres un tio estupendo y te lo mereces.

 

 

 4. José Luis

 Lo único que puedo decir es: QUE ME MUERO DE ENVIDIA Ramón, tío... eres cruel con Alfa Romeo; piensa que estás comparando un descapotable, como tal repleto de flexiones, de pequeña cilindrada y fabricación en serie con un purasangre puro y duro. Un abrazo.

 

 

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