Martes 10 de mayo, 5 h de la mañana. Hoy toca levantarse temprano, hay que dejar la casa adecentada hasta dentro de 8 días, que son los que vamos a estar fuera. Como siempre, el día D ha llegado, y la mitad de cosas siguen sin hacer. Esa cita con el tapicero sigue pendiente, así como un cambio de neumáticos que, a pesar de no ser muy acuciante, sería de agradecer, ya que los 195/70 14 que calza nuestra montura tienen algo menos de desarrollo que las originales 175R14.
Dentro de unos minutos pondré en marcha el motor de mi 504 GL diesel de finales de 1976 para no volver a casa hasta dentro de más de 3000 kilómetros. Está todo planeado, los hoteles reservados, el destino claro, y hasta ahora el vehículo no ha dado síntomas de flaqueza, aunque han sido sólo 1500 los km que he hecho con él desde que lo tenemos. Su anterior propietario lo cuidó con mimo y estoy seguro que agradecerá todos los cuidados recibidos tanto por él como por nosotros. Me vienen a la cabeza las interminables horas de tren por navidades, el desayuno en Madrid a las 7 de la mañana el 29 de diciembre después de bajar del tren que nos había llevado allí desde Barcelona mientras esperábamos al siguiente que nos llevaría a Jaén a recoger el coche.
Son las 7,10 h de la mañana del martes 10 de Mayo. Tras haber recorrido 70 km, lo dejo en el aparcamiento de la empresa y antes de empezar a andar hacia la entrada lo miro, como diciéndole "luego nos vemos".
El día transcurre con normalidad, aunque el hecho de que sea el último día antes de partir genera una efervescencia algo superior a la habitual. Mucho trabajo, muchas llamadas, y algo de stress por el hecho de tener que dejar todos los cabos atados para los próximos ocho días.
Son casi las 18 h. Salgo tarde -como siempre-, sin embargo hoy es un día especial y seguramente este hecho se refleja en mi rostro. Contacto, precalentamiento, arranque instantáneo, una secuencia que se convertirá en habitual durante los próximos días.
En la estación de Renfe de Cornellá me espera impacientemente Alba cargada de bolsas. Tras recogerla enfilamos hacia nuestro primer destino -Olot-, donde pasaremos la noche en casa de mis suegros.
En Olot repaso la ruta para el día siguiente. Unos 600 km hasta Clermont-Ferrand. Nos lo tomaremos con calma, la intención es evitar la autopista de peaje en la medida de lo posible, aunque en Francia esto puede llegar a ser desesperante con rotondas cada 50 metros en algunas ocasiones.
Miércoles 11 de mayo. Estamos a punto. Tras las despedidas de rigor, tomamos la N260 hasta Figueres. Luego la NII nos llevará hasta la Jonquera, donde llenaremos el depósito, cuestión de economía ya que en el país vecino el combustible puede llegar a ser hasta un 15% más caro.
Comemos en Perpignan. Hemos salido tarde y deberemos intentar evitar paradas posteriores en la medida de lo posible. Salimos de Perpignan rumbo a Millau y al viaducto más alto del mundo. Hasta hace poco, la A75 quedaba truncada a la altura de este lugar. Debía atravesarse la ciudad, a la que se accedía después de kilómetros de curvas tras escalar el col de l'escalette, y para volver a la autopista debían treparse otras tantas rutas de montaña.
El viaducto de Millau es una extraordinaria obra de ingeniería civil que impresiona, sobre todo vista desde lejos. En unos pocos minutos se
atraviesa un valle que hasta hace poco, en los éxodos estivales, podía llevar hasta 4 horas.
A punto de atravesar el viaducto
Tras un par de cortas paradas, y aún con luz de día llegamos a Coudes, donde pasaremos nuestra primera noche fuera. La etapa de mañana se prevé algo más dura, ya que deberemos atravesar París en hora punta, y eso es algo que previsiblemente necesitará su tiempo. Afortunadamente el tiempo nos está acompañando, no llueve, ni tampoco hace un sol asfixiante. Perfecto.
Jueves, 12 de mayo. Salimos algo más temprano en busca de un buen desayuno, que encontramos justo antes de Clermont-Ferrand. El sol nos saluda a eso de las 11 de la mañana. La A75 gratuita se acaba y debemos tomar carreteras nacionales que a menudo atraviesan pueblos y ciudades haciendo más entretenida nuestra ruta aunque sea a costa de ralentizar nuestra marcha. Hay un buen trecho desde Clermont-Ferrand a París, aunque no tenemos prisa. Pasamos cerca de Fontainebleau y atravesamos Nemours después de comer.
Pasado Nemours el tráfico se intensifica. En Melun nos incorporamos a la A105 que nos llevará hasta el Boulevard periphèrique que deberemos usar para rodear Paris intentando no perder demasiado tiempo. Para desgracia nuestra son las 5,30 h de la tarde y nos vemos metidos en un monumental atasco durante casi una hora, que es lo que tardamos en tomar la Pte. de La Chapelle hacia la autopista Paris-Lille/Bruselas. Tras varios intentos infructuosos de recorrer los algo más de 200 km que nos separan de Lille por carreteras nacionales, nos reincorporamos a la A1. Parece ser que han puesto especial cuidado en no poner indicaciones explícitas sobre la dirección a tomar si se quiere llegar a Lille, a no ser, claro está, que se tome la vía rápida y se pague su pertinente peaje.
Cenamos antes de llegar a Lille y recorremos nuestros últimos km hasta el hotel, a escasos 1500 m de la frontera belga. Llevamos unos 1300 km desde que salimos de casa, y mañana sólo nos quedan unos 300 km hasta nuestro destino. En el aparcamiento de nuestro hotel hay numerosas plataformas con matrícula polaca y checa cargadas de coches accidentados franceses. Parece ser que la deslocalización también funciona a pequeña escala.
A las 8 de la mañana de un viernes 13, si eres supersticioso, lo mejor que puedes hacer es quedarte en la cama. Como no era nuestro caso, nos levantamos y nos fuimos a desayunar. Si no nos entretenemos demasiado, nos podremos permitir el lujo de hacer algo de turismo por Bélgica y Holanda antes de terminar nuestro viaje de ida. El paseo por Bélgica es un puro trámite, ya que sus vías rápidas son estupendas, además de gratuitas, al menos en el caso de las que tuvimos que tomar nosotros. Numerosos vehículos levantan el pulgar mientras nos adelantan, y el saludo es mutuo. Nos detenemos en Gante para hacer turismo, tomar unas fotografías y comer alguna cosa.
Afrontamos nuestra última etapa con tranquilidad. Pasado Amberes, la transición de Bélgica a Holanda es indolora: es difícil darse cuenta de que uno ha cambiado de estado a no ser que te fijes. Sin garitas, sin policía, sin conos. Sin nada.
Pasado Breda nos desviamos por la A27 hacia Utrecht, nuestro punto de destino. Unos km más adelante nos adelanta un Honda arrastrando una plataforma sobre la que hay fijado un minúsculo Peugeot de los años 20. En la siguiente salida se incorpora a la autopista un 203 break. Parece que no nos hemos perdido. El Honda, que circula delante nuestro, toma la dirección de Amsterdam para dirigirse a Breukelen. Nosotros iremos al hotel a hacer el check-in y dejar las maletas.
Tenemos tiempo para pasear un rato por Utrecht. Durante nuestra estancia en Holanda, no visitaremos Amsterdam, sin embargo la zona centro de Utrecht,en particular los alrededores del Oude Gracht, nos parece muy bonita.
A las 17 salimos del hotel y nos dirigimos al edificio "Peugeot Experience" en Breukelen. Se trata de una especie de mega-concesionario en el que hay situada, además de una enorme zona de venta de vehículos nuevos, una sección a la entrada donde se exponen modelos ancestros. Hoy, sin embargo, los ancestros son mayoría y ocupan todo el aparcamiento del edificio. Toca registrarse, curiosear entre los coches, acordar el plan para mañana, y a eso de las 19,30 h, cenar y volverse al hotel a descansar para el día siguiente.
Sábado 14 de Mayo. Hasta las 11 tenemos tiempo de hacer otro poco de turismo y compras en la ciudad. Tal vez a algunos les pueda resultar sorprendente ver ese día a dos catalanes que van en un coche con matrícula de Ceuta tomando bollos berlineses en la Lange Viestraat de Utrecht. "Deben ser cosas de la globalización", habrán pensado, sin duda.
A las 11 estamos otra vez en Breukelen. Nuestros intentos de llegar allí con el coche limpio resultan estériles: no hemos conseguido encontrar ningún lavado de coches en nuestro camino entre Utrecht y Breukelen, y la recepcionista de nuestro hotel nos ha dicho que como no tiene coche no puede ayudarnos.
Alrededor de las 11,30 h es nuestro turno de salida. Tenemos por delante una ruta guiada en coche a través de los tópicos más tópicos de los países bajos: molinos, canales, prados verdes y campos de tulipanes (aunque tulipanes vimos más bien pocos)
A punto de recoger la hoja de salida en Breukelen
La primera parte de la ruta nos llevará hasta la hora de la comida por pintorescos lugares. La velocidad de crucero es muy baja, las carreteras son estrechas, y en esta parte del recorrido se comparten con los ciclistas, que son legión. Entre prado y prado encontramos una gasolinera con túnel de lavado. Entramos con el coche lleno de mugre y salimos con él reluciente al sol del mediodía. Un poco más adelante, toca hacer cola: un transbordador nos va llevando, por turnos, de aquí para allá para que podamos seguir nuestro camino.
Tras unos 80 km llegamos al castillo Ophemert donde nos dan de comer, antes de tomar el camino de retorno, cuyo destino, esta vez, es Vollenhoven. En Culemborg toca otra vez transbordador.
Colombo nos guiaba por el buen camino:
Y también teníamos quien nos cubría la retaguardia:
Tuvimos libertad para hacer lo que nos apeteciera el resto de la tarde. Los coches quedaron aparcados en otro prado.
Al dia siguiente el cielo amaneció plomizo y nos obsequió con lluvia. Por suerte el tema se arregló hacia media mañana.
Aquí ya había dejado de llover. Creo que este debe ser el único lugar del mundo donde los generadores se ponen "a nivel del mar". No entiendo mucho de aerogeneradores pero diría que los que he visto en otras partes tampoco son tan bajitos.
A la hora de la comida había salido el sol y pudimos hacer buenas fotos.
El retorno fue la última de nuestras 4 rutas. Después de una ligera merendola (comida que no falte) nos despediríamos hasta el próximo año.
Nótese que el vehículo de asistencia tiene el intermitente puesto
Al día siguiente iniciamos nuestro viaje de retorno. Si bien la ida la hicimos en dos días y medio, con mucha calma, para la vuelta evaluamos la posibilidad de estar de vuelta el martes por la noche. Decidimos pasar por Bruselas, hacer un poco de turismo y dormir en Nemours en lugar de en Lille. Esto son unos 700 km por delante para hoy.
El viaje de retorno se hace con menos ánimo, las vacaciones siempre se hacen cortas y sólo nos queda el viaje.
Salimos de Bruselas hacia las 5 de la tarde, tras haber comido y haber comprado bomboncitos belgas (que dicen que son buenos).
En esta gasolinera sólo repostaban los buenos (Foto de Alba)
A eso de las 23 hemos llegado al último hotel en el que dormiremos durante este viaje, en Nemours. Mañana hay que levantarse temprano si queremos llegar a una hora prudente a casa, ya que tenemos poco menos de 1000 km a nuestro crucero de 100 km/h por carreteras nacionales.
Martes 17 de mayo. Sé que hoy es el último día y querría que el camino no se terminara. Esta etapa no tiene ninguna novedad ya que desharemos el camino que hicimos la pasada semana. En Clermont-Ferrand se pone a llover, y la lluvia nos acompaña hasta pasado Beziers.
Esa misma noche llegamos a casa, tras 3780 km recorridos. El coche descansará hasta el próximo fin de semana, cuando tendrá que recorrer otros 700 para ir y volver de Tarazona. Todo avanza, todo evoluciona, pero yo...yo no quiero un tedeí.
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