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Fue un coche Pegaso
el motivo de una curiosa anécdota, protagonizada por el futuro Rey de España,
que, entonces, no era, y un republicano, que lo sigue siendo.
En aquella época, 1956 ó 57, Don Juan Carlos era un joven cadete. Un día
que se encontraba en la puerta del Gran Hotel de Zaragoza acompañado de su
tutor, el duque de la Torre, vio cómo aparcaba un Pegaso Touring, único
y descapotable, posiblemente, el mejor coche que se ha fabricado en España. Del
automóvil, descendió un extraño joven, moreno, muy moreno, y de grandes
bigotes que se cubría con un sombrero de paja. El Príncipe se acercó a
contemplar aquella joya, al tiempo que le preguntaba: «¿Eres mexicano?».«Sí.
Me llamo Antonio García, Tono para los amigos». «Si no te importa, le
pregunto a este señor», su preceptor, «si puedo dar una vuelta». El Príncipe
y «el mexicano» no sólo dieron varias vueltas sino que se dirigieron a la
carretera de Ronda. Una vez allí, Don Juan Carlos se sentó al volante y llegó
a poner el Pegaso a más de 200 kilómetros hora. De ello no se enteró
nunca el inflexible y antipático Martínez Campos.
Tan impresionado por la máquina estaba el real cadete que se atrevió a pedirle
a Tono que le llevara hasta la Academia Militar. Posiblemente, para fardar. «Quiero
que seamos amigos y salgamos juntos», le pidió Don Juan Carlos. Lo fueron
durante mucho tiempo. E incluso mucho más de lo que tardó el Príncipe en
conocer la auténtica identidad de aquel «amigo mexicano que he conocido en
Zaragoza, llamado Tono García, y que tiene un Pegaso descapotable gris
perla», le explicó a su padre, el conde de Barcelona, cuando regresó
de vacaciones a Estoril. «¡Pero, Juanito, te ha tomado el pelo! Ese mexicano
se llama Antonio García Trevijano, es granadino, notario en Teruel y,
además, republicano». Que lo sigue siendo.¿Cómo reaccionó Don Juan Carlos
cuando regresó a Zaragoza?
Méteme
en la cárcel
A su regreso de las vacaciones en Estoril, donde el Príncipe había descubierto
que el mexicano del Pegaso no era tal charro sino un republicano español
de padre y señor mío, llamó a Trevijano. «Ya sé quién eres. Invítame a
comer». Y de aquella comida surgió una gran amistad en la que ignoro qué
pesaba más, si el notario o el Pegaso con el que debía de ligarse mucho
y fácilmente. Edad tenía para ello. Don Juan Carlos acababa de cumplir 20 años.
La amistad entre el heredero y Trevijano fue tal que un día, en el restaurante
Savoy de Zaragoza, en el que cenaban junto al catedrático de Lógica Manuel
Garrido, Don Juan Carlos le preguntó a su amigo republicano: «¿Tú crees que
algún día seré Rey?». «Seguro», le dijo Trevijano. «¿Y qué es lo
primero que tengo que hacer cuando lo sea?», inquirió el Príncipe. «Meterme
en la cárcel», respondió el notario. Y ¡vive Dios que le encarcelaron!
Posiblemente, recordando aquellas palabras, el Rey envió a la cárcel al
diputado Chimo Muñoz para que explicara a Trevijano que no había orden suya
sino de Fraga y de Carlos Arias. Aquel cadete, enamorado del Pegaso, es
hoy Rey. El «mexicano» sigue siendo... republicano. ¿También amigo del
soberano?
· Autor: Jaime Peñafiel (Extraído
de la edición digital del diario El Mundo)
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