ESPAÑOL VOLADOR
Fue el automóvil más
rápido de producción en su día y además esta recreación convence
verdaderamente. ¿Pero querría usted realmente poseerlo?
Mostrando la dentadura y bombeando la musculatura, desprovisto de pellejos
superfluos, el Pegaso Spider parece animado, presto a abalanzarse: un prototipo
de los dibujos animados "Los Autos Locos" que podría pegarse al rabo
a cualquier automóvil que osara cruzarse en su camino. Austera y con nariz de
tiburón, su delgada piel de aluminio está estrechamente envuelta sobre tubos
Superleggera, enfatizando las grandes ruedas –allí donde la carrocería se
recorta de ellas por debajo de la línea de cintura- y una apariencia muscular,
prieta, que parece arder sin llama.
Ahí es donde termina su imagen de
dibujos animados. Olvídese de Pedro Bello o de Pierre Nodoyuna. Este automóvil
-una réplica del infortunado coche para carreras en cuesta de 1953 que compitió
en una sola prueba inscrito oficialmente por la fábrica- junto con un puñado
de deportivos Pegaso similares a él fueron conducidos por españoles valientes
y flacos de la era franquista: hombres con pelo negro engominado hacia atrás,
el sempiterno cigarrillo en la comisura de los labios y un destello de acero en
los ojos.
Los nombres de estos conductores
-Palacio, Fernández, Jose- no nos suenan mucho en la actualidad, ya que no eran
heroicos pilotos privados de altos vuelos o tipos como “Dale Ramón”, sino
funcionarios del estado, porque Pegaso no era más que un British Leyland de
altos vuelos, en la que estos hombres eran pilotos de prueba asalariados. Ellos
desaparecieron en el anonimato cuando este extraño proyecto de supercoche
patrocinado por el estado implosionó después de no más de seis años en 1957
y se concentró en algo más sensato: construir camiones.
La compleja especificación del
Pegaso, idealizada sobre la base de no escatimar gastos, siempre dio la impresión
que el coche es realmente un automóvil de competición levemente disfrazado. El
motor V8 de cuatro árboles de levas en culata y la caja de cambios montada atrás
eran soluciones de vanguardia, a las que ni siquiera Ferrari aspiraba a
comienzos de los cincuenta.
De hecho, nunca fue la intención
primordial de Don Wilfredo Ricart, el creador de este supercoche de lo más exótico,
que su diseño debía competir extensivamente. En lo que a él respectaba las
apariciones en competición servían para ser utilizadas puramente como reclamo
publicitario o como una manera de probar nuevas soluciones de ingeniería para
los coches de turismo.
Ricart declaró: "El concepto
original del vehículo era de coche rápido de turismo, susceptible de ser
modificado para competición con esfuerzo mínimo. En la actualidad las carreras
no se adaptan a nuestra idea de deportividad. Los deportivos de hoy no son nada
mas que coches de carreras camuflados. Hasta los traen a las carreras en
camiones!"
Por ello las escasas incursiones de
los Pegaso en la competición acabaron siendo intranscendentes, acosados por la
mala suerte y una bienintencionada falta de profesionalidad. La primera aparición
deportiva de la marca fue en el Grand Prix de Mónaco de 1952. Ese año la
carrera era para coches deportivos, pero problemas de frenos –o mas
exactamente la falta de los mismos- fueron manifiestos en los entrenos
resultando en la retirada de los dos coches presentados.
Así, la subida en cuesta a la
Rabassada en Barcelona en Mayo 1953, fue el verdadero estreno de la marca en
competición. El mismo Ricart había ganado esta prueba -vistiendo smoking- en
1926 al volante de un automóvil diseñado por él mismo.
El Pegaso spider de color blanco
-el spider "Rabassada" original- era el chasis nº 0109 y sólo había
sido probado brevemente en Monza antes de viajar a la prueba. Su carrocería de
aluminio había sido remachada, ya que en Pegaso no se dominaba aún la
soldadura de este material.
El coche iba equipado con la versión
inicial de 2.5 litros del motor de aluminio, dotado con un único compresor
Roots que daba 210 CV a 6,000 rpm. No se les olvide que este era el primer V8 de
producción con cuatro árboles de levas del mundo, con dos distribuidores,
mando de los árboles por engranajes, lubricación por cárter seco, partes
internas totalmente mecanizadas y un bloque motor robusto -su cigüeñal de dos
planos y cinco apoyos soportaba holgadamente las 8,500 rpm. En su versión
inicial de 2.5 litros la literatura comercial estipulaba 140 CV con un
carburador Weber, pero con un compresor Roots la fábrica anunciaba 210 CV a
6,000 rpm.
El chasis era Pegaso estándar: una
caja de cambios en conjunto con el eje trasero, diferencial de deslizamiento
limitado (con su propios filtro y bomba para lubricar los engranajes), enormes
frenos traseros de tambor junto al diferencial y suspensión trasera de Dion.
El coche fue conducido por el
piloto de prueba de fábrica Joaquín Palacio quien, vistiendo gafas protectoras
(pero sin casco), ganó la carrera con autoridad, por delante de un Maserati de
fórmula 2 conducido por Juan Jover (que mas adelante pilotaría para el equipo
Pegaso oficial) y un monoplaza Cisitalia de Francisco Godia. Su compañero de
equipo Celso Fernández terminó cuarto en el Pegaso coupe ligero (chasis numero
1070). Un XK120 y un Allard conducido por pilotos nacionales completaban la
competencia.
Espoleada por este éxito, Pegaso
construyó un coche para Le Mans 1953 de diseño fuertemente influido por el
bitorpedo Tarf conducido por Taruffi el año anterior. El conductor se sentaba
detrás de la rueda anterior izquierda, con el motor en medio y el pasajero en
el cuerpo derecho. Su carrocería en delgada aleación ligera mostraba cortes
para las ruedas anteriores, aletas traseras para mejorar la estabilidad y una única
burbuja de Perspex sobre el conductor, cuya puerta tenía un corte para permitir
el juego de los codos al girar el volante.
Se decía que su motor
sobrealimentado de 2.5 litros daba 300 CV en el banco pero las esperanzas que
Ricart había puesto en el coche se desbarataron cuando éste sufrió un
incendio. Convencido de tomar la salida, dispuso la preparación de dos
Barquetas carrozadas por Touring. Estas tenían menos potencia -260 CV- pero
prometieron en los entrenos oficiales, compitiendo con el Cunningham por el récord
de velocidad en la recta Mulsanne. Fue entonces cuando la mala fortuna golpeó
nuevamente: Sin razón aparente el coche de Juan Jover se salió a la derecha en
la curva Dunlop, rebotó hacia la izquierda y vino a parar contra el pretil
derecho, fuertemente dañado. Jover resultó seriamente herido (pasó meses en
el hospital y terminó con una cojera permanente) y a causa de sus heridas
Ricart no tuvo el corazón para continuar y decidió retirar los coches de la
carrera.
Entretanto, el Bisiluro fue
resucitado para pruebas de alta velocidad en carretera abierta, en las que corría
junto la barqueta sobrealimentada de 2.8 litros para comparar a ambos. En una
carretera delineada por árboles a ambos lados y sin el rodaje apropiado el
Bisiluro fue cronometrado a 148 mph, alentando a Pegaso lo suficiente como para
decidir llevar el coche a Jabekke dos semanas después, en Septiembre 1953.
De nuevo, cero en suerte. El
Bisiluro rompió dos bujías, que dañaron la cámara de combustión, por lo que
de nuevo se usó la Barqueta ex-Le Mans para intentar batir los récords de
velocidad con salida parada y lanzada conseguidos por el Jaguar C-Type el año
anterior. Fue cronometrado a 149.75 mph para la milla lanzada y 151 mph sobre el
kilómetro lanzado y también consiguió batir los registros con salida parada
de Jaguar de forma decisiva –además, sin cambiar el desarrollo final, tal y
como Jaguar habían hecho para lograr estos últimos. El Pegaso era ahora
oficialmente el automóvil de producción más rápido de mundo, aunque los récords
sólo duraron unas semanas. Jaguar volvió al mes siguiente con su prototipo D-type
y un XK120 altamente modificado y mejoró los registros en 20 mph.
Hubo un intento mas por parte de la
fábrica -la Carrera Panamericana de 1954. Patrocinada por el gobierno de la República
Dominicana, Pegaso envió una Barqueta 3.2 litros sobrealimentada para Palacio y
Fernández, los pilotos de pruebas de fábrica. Los problemas iniciales con el
combustible oficial se superaron rápidamente después de las primeras dos
etapas y el coche pronto se colocó detrás de los Ferraris de Maggioli y de
Hill. De hecho, ya en la cuarta etapa el Pegaso ganaba terreno hasta que con
Palacio al volante la Barqueta se estrelló cerca de Ciudad de México. Incapaz
de ver las señales de frenado tapadas por la muchedumbre, Palacio se encontró
con los estragos de un accidente previo con los que acabó chocando
espectacularmente. El coche resultó gravemente golpeado y quemado pero Palacio
escapó con daños menores.
Después de ésta no habría
ninguna otra participación internacional, pero de vuelta en España, lo Pegasos
privados continuaron haciendo un buen papel. El Spider que tan convincentemente
había ganado subida en cuesta a la Rabassada en 1953 había sido modificado
extensivamente por entonces. No se sabe con certeza, pero parece ser que se le
alargó el chasis ligeramente, se renumeró como chasis nº 0182 y se le adaptó
el más potente V8 sobrealimentado con dos compresores que daba 360 CV a 6,800
rpm. Dotado con carrocería de fibra de vidrio por la fábrica, subió la
Rabassada nuevamente en 1955, consiguiendo un nuevo récord conducido por Celso
Fernández. Volvería a competir en algunas más competiciones antes de agotar
su suerte en un accidente en la subida en cuesta a Galapagar cerca de Madrid.
Fue siniestro total y consiguientemente fue desguazado por la propia fábrica.
Así, el automóvil que usted ve
aquí es una recreación -construida hace sólo ocho años- de aquel primer
prototipo Spider de carreras de fábrica.
El bastidor de chapa de acero, así
como la mecánica básica proceden del conocido Saoutchik coupe (chasis ningún
0126), exhibido en la exposición del motor de Ginebra de 1953 y que fue
posteriormente adquirido por el Barón Von Thyssen. Este -más bien feo- coupe
con tapicería de piel de leopardo cambió de propietario varias veces en
Francia pero acabó finalmente en los EUA, donde sus restos, a falta de la
carrocería, fueron rescatados por un entusiasta californiano a comienzos de los
años ochenta, quien los vendió a un conocido coleccionista español.
Jaume Grimau, miembro del equipo de fábrica Pegaso
de los años cincuenta y padre espiritual de las tripas del Z-102, fue quien
reconstruyó las piezas recuperadas en California. Jaume es uno de los pocos que
dominan el difícil arte de restaurar los motores Pegaso: la mayoría de los
motores Z-102 existentes han pasado por sus expertas manos.
Giorgio Giorda, un talentoso artesano Argentino
residente en las cercanías de Barcelona, reconstruyó el ruinoso chasis de
acero y construyó la nueva carrocería remachada en aluminio y su liviano
bastidor tubular, siguiendo el sistema Superleggera.
Saoutchik había ensanchado el bastidor original
para adaptarlo a su más prominente carrocería pero éstas cinco pulgadas extra
fueron ignoradas en la recreación. Giorgio utilizó la escasa información gráfica
disponible para recrear la forma de la carrocería, debido a la inexistencia de
planos de fábrica.
El coche, equipado ahora con el motor de 3.2 litros
alimentado por cuatro carburadores de doble cuerpo, fue conducido con sumo
placer en el circuito de F1 de Cataluña por el piloto probador de fábrica
Celso Fernández, para un emotivo video histórico sobre Pegaso filmado hace un
año.
Como nota menor, el esquema de pintura elegido para
la recreación muestra el logotipo Pegaso en formato grande sobre ambas aletas
anteriores, los colores de carreras españoles sobre la protuberancia del capó
y el provisional número 125 que es el que lució el coche en las jornadas de
ensayos oficiales en 1953. El día de la carrera, sin embargo, se le otorgó el
número 82.
CONDUCIR un Pegaso, aún cuando no se trata
estrictamente de uno auténtico, es una experiencia que uno no debe perderse.
Usted debe escalar por encima de la apertura de la pequeña puerta y acurrucarse
en el envolvente pero indefinido asiento en una cabina utilitaria que hace pocos
intentos por disimular los tubos y apuntalamientos de la superestructura. El
conjunto básico de instrumentos es dominado por un volante inmenso situado
cerca del pecho en el mas típico estilo años Cincuenta.
Los escapes laterales dotan al motor de una voz
cavernosa que exuda crudeza y sofisticación a la vez, un sonido envolvente que
te golpea en la mandíbula y después te patea en las pelotas. Taladra el aire
con un crujido brusco, insinuando el ligero altibajo del latir de un V8.
El embrague es pesado y el punto de mordiente difícil
de juzgar y si combinamos esto con el diseño inverso de las marchas en la caja
de cambios, es fácil ver por qué los novatos pueden encontrar el bautismo
Pegaso ligeramente intimidatorio. Simplemente recordar que las marchas más
altas son las más cercanas a usted y pronto se le coge el tranquillo, aunque
los cambios rápidos es mejor hacerlos sin embrague ya que los engranajes,
carentes de sincronización, están constantemente engranados.
Pero basta de cháchara. Estoy acelerando vivamente
a lo largo de una polvorienta y estrecha carretera y pretendo mantener al coche
“por lo negro”. En curva se siente estable y plano y neutro y pide
“guerra”, aunque el envaramiento de la postura de conducción te roba ese
grado final de confianza.
Permite al motor girar algo más allá de 3,000 rpm
y sentirás que la verdadera potencia comienza a aparecer.
Aquí el V8 comienza también a notarse más suave
-nunca siente así de suave en la zona baja del cuentarrevoluciones- y el coche
se dispara al tiempo que la dirección pierde algo se su dureza, aunque siempre
se siente bastante muerta y carente de efecto de auto centrado. La potencia
aumenta más agresivamente según se acerca a las 5,000 rpm, la brisa a mi
alrededor impotente para ocultar el ladrido agresivamente loco de los escapes.
Si las carreras se ganaran en base al aura entonces
este coche -o el automóvil en representación del cual se ha construido- habría
machacado, sin lugar a dudas. Tal y como fue, el Pegaso original tenía todos
los ingredientes necesarios para el éxito pero le faltó consistencia, suerte,
probablemente dinero y más concretamente el sentido de compromiso de los
individuos que inspiraron su creación.
Se construyó, como los Pegaso de turismo, como
demostración. Esta era: 'Si nos lo proponemos, lo conseguimos'. Ahora esta
recreación de coche de carreras se agrega a la mitología que rodea a esta
marca, exótica y enigmática donde las haya.
Gracias a: el propietario Walter Ankli y al
historiador de Pegaso Manel Baro por su ayuda con este artículo.
MARTIN BUCKLEY
'ME SIENTO HONRADO DE HABER CONDUCIDO ESTA JOYA – INCLUSO AUNQUE SEA FALSO'
PEGASO SPIDER 'RABASSADA'
Motor: V8, 3178 cc, cuatro árboles de levas en cabeza.
Potencia: 360 CV @ 6800 rpm
Transmisión: Manual de cinco marchas, tracción trasera .
Frenos: Tambores delante y detrás.
Suspensión: Delante: : brazos oscilantes y barras de torsión. Atrás: Eje de
Dion.
Peso: n/a.
Prestaciones: n/a.
Coste nuevo: n/a.
· Texto: Martin Buckley (CLASSIC CARS, junio
2002)
· Traducción: mortinson
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