Estuve en el sepelio con su mujer e hija y me transmitieron lo mucho que quería al club de "la vieja iberia" del que era socio desde primera hora, ella no nos conoce a ninguno pero si se sabe nuestros nombres, el mío con apellidos y todo. Y junto con sus cenizas depositó un pequeño Mercedes 220 de color negro, que, según me contó, era uno de sus cacharrillos preferidos.
He recordado muchas cosas de él, como cuando a la vuelta de la visita que hicimos hace unos meses a la Feria de Ávila vino detrás de mi hasta casa para avisarme lo asquerosamente mal que olía, lo que lanzaba por el escape de mi BMW 1600, compré un carburador nuevo, que instalé, y dejé de ser "el azote de Carmena". Mil veces le dije lo bien que funciona mi SEAT 850 con el encendido transistorizado "canadiense" que me regaló y que nunca se lo había instalado al suyo.
Me he alegrado un montón de haberle conocido, igual que a su padre y a su hermano Luis.