Éste era de los difíciles. Si alguien había pensado en un Mitsubishi Debonair de 1973, acertó.
Hasta que no se regularizó la liberación de importaciones, más allá de 1980, los coches japoneses eran raros ver; por lo menos en la España peninsular, incluida Baleares. En Canarias, Ceuta y Melilla, a tenor de un tratamiento fiscal diferente y no tener que cargar con tasas que podían ascender al 60% del valor del vehículo, la importación, adquisición y disfrute de esos coches, estaba más relajada. Entre África y los Pirineos, para palpar coches nipones había que acudir al Salón del Automóvil de Barcelona, que se celebraba anualmente y que abría una pequeña brecha para que un puñado de afortunados pudiera adquirir una de las pocas unidades ahí expuestas; otros, menos afortunados, debíamos conformarnos con verlos.

El Debonair era un coche relativamente grande (4,60 m.), con un motor relativamente pequeño (2 litros). Por comparación -también relativa- sería el SEAT 1500 del Japón.
El motor era de 6 cilindros en línea, a carburador, de 105 CV inicialmente y que después aumentó hasta los 130.
En la báscula daba 1.400 kg. y con un cambio manual de 4 velocidades o bien uno de automático, de 3, rozaba los 160 km/h.
De interior, como detalle tenía la radio integrada en el tablero.
No quedará como uno de los coches más destacables de la historia.