Día 12, 2 Sept: Châtelaillon-Plage-Dune de Pilat (241 km)
Se acerca el momento de llegar a casa y para la última estancia en tierras francesas haremos poco más de 240 km hacia la famosa
Duna de Pilat(o Pyla). Otro día soleado lo cual hizo que el trayecto fuera más relajado. Partimos temprano pues nuevamente tendríamos que rodear Burdeos con el temor de volver a encontrarnos con terribles retenciones. Por suerte no fue el caso pero el tráfico por esa zona era bastante denso. Tan solo tuvimos que tomarnos las cosas con calma y adoptar muchas precauciones pues las cruzadas de carril e incorporaciones son frecuentes por parte del resto de usuarios. Aún así, el tráfico era fluido y no hubo ningún problema pues en ningún momento percibí signos de “agresividad” si no más bien todo lo contrario.
Pasado Burdeos tan solo nos quedaba seguir adelante a quemar kilómetros y ya a punto de llegar a nuestro destino es cuando sospechamos que a pesar de las fechas (temporada baja y entre semana) la
Duna de Pilat estaría abarrotada. Mucho tráfico y coches aparcados en los bordes de la carretera. Los campings se encuentran a lo largo de la duna así que solo hay que ir mirando uno por uno. En el
Camping Panorama la recepción prometía mucho, se veía muy serio y moderno pero al acceder… la cosa cambió mucho. El recinto se encuentra en pleno pinar con cuestas pronunciadas y las plazas se ubican entre los árboles como mejor se puede. Tras ponernos unas pulseras identificativas, tuve que seguir a través de aquel intrincado bosque a un trabajador que me guiaba desde un carrito de golf llevándose a mi mujer para que diera el visto bueno. Iba a tal velocidad que en un momento dado les perdí la pista y tuve que para la furgoneta en una bifurcación no sin soltar varios improperios a grito pelado sobre su familia más directa. Al rato veo pasar el dichoso carrito a toda leche cuesta arriba y mi mujer notablemente enfadada caminando hacia la furgoneta. Es cuando me dice que diera la vuelta, que la parcela asignada no era ni parcela ni nada, solo un hueco al borde de un camino pedregoso donde ni siquiera había sitio para instalar una mesa o sillas. Como pude salimos de aquel bosque laberíntico de empinadas pendientes que parecía Endor, siempre con precaución, no fuera a atropellar un Ewok despistado. En recepción nos arrancamos las pulseras y recogimos el DNI que se habían quedado. Una lástima porque durante nuestro breve paso nos saludamos con tres T2 y más de una T3 allí estacionadas. Pero por el resto…creo que ha quedado claro. Supusimos que el éxito radicaría por tener acceso directo a la playa.
Dimos vuelta hacia atrás unos cuantos metros hasta parar en el
Camping de Pyla. La recepción llevaba cerrada desde las 12:00 y no volvían a abrir hasta las 14:00. Una auténtica rabia pues íbamos con el horario perfecto para disfrutar del día relajadamente y ya nos volvían a hacer perder el tiempo. Al kilometraje acumulado sobre nuestro vetusto vehículo, sumando el calor, la indignación de la reciente mala experiencia, ahora sumamos el hambre pues nuestros estómagos ya estaban hechos al horario francés. Aprovechando la coyuntura, nos colamos a inspeccionar las instalaciones y dimos la aprobación. Así que decidimos esperar hasta que fuera la hora y finalmente acabamos alojándonos allí (
23 € sin wifi). Tras comer y descansar, tocaba la visita a la duna.
La Duna de Pilat o Pyla, ambas denominaciones son aceptadas aunque a nivel oficial se emplea la primera , es eso, una gran duna de arena que alcanza más de 100 m de altitud con pendientes de entre 30 y 40º. Hay que estar en buena forma para subirla. Desde 1978 es un paraje y ecosistema protegido.
Un Citroën CX de primera serie
La práctica del parapente está muy extendida, siendo destino para los amantes de este deporte (el Wagas Festival, por ejemplo). Curiosamente, la gran parte de aficionados que nos encontramos ese día eran alemanes. Todo un espectáculo.
Día 12, 3 de Sseptiembre : Dune de Pilat-Zarautz (255 km)
Y llegó la hora de despedirse de Francia. Pero tras cruzar la frontera aún haríamos una última parada, en
Zarautz (Guipúzcoa). Esta bonita localidad vasca es una vieja conocida, aunque hacía siete años que no la pisábamos, pues ya habíamos estado durante nuestras primeras vacaciones con el Escarabajo (experiencia que marcaría el inicio de mi fiebre por hacer largos recorridos en un vehículo propulsado por motor aircooled). La lluvia nos recibió poco antes de llegar a España y en
Zarautz ésta había arreciado. Fuimos directamente al Gran Camping de Zarautz, pues era donde nos habíamos alojado en aquella anterior ocasión. La intención era alquilar un bungalow ya que el terreno estaba lógicamente embarrado pero en recepción nos indicaron que ninguno de los campings próximos ofrecían esta opción de alojamiento así que nos buscamos la vida hasta llegar, pocos metros más allá, a una
casita rural llamada
Agerre Goikoa (
55 €). A destacar la atención recibida por la encargada, pues tras explicarle nuestra desorientación inicial se prestó a esperarnos desde la carretera para indicarnos su situación.
Al poco, el cielo se despejó y apareció el sol, así que tras comer y descansar, dimos un paseo por su playa, famosa por ser una de las cunas del surf español. Casualmente se estaban organizando los preparativos para el
Campeonato de Surf.
El restaurante de
Karlos Arguiñano puede decirse que es una atracción turística más. Gracioso observar la legión de grupies (señoras con los sesenta ya cumplidos) que se agolpan tanto en la terraza como alrededor del hotel en busca de su ídolo culinario-televisivo.
Debemos comentar que esta jornada tuvo un sabor agridulce desde un punto simbólico. Sería nuestra última noche del viaje y deseábamos haberla pasado durmiendo por última vez dentro de la furgoneta. Esta tristeza, sumada a la nostalgia de dar por concluida la aventura y dejar atrás las vivencias del camino tenía un significado especial: por primera vez y después de un año, por fin empezamos a notar que esta máquina ya formaba parte de nuestra vida, a ser un miembro más.
Día 13, 4 de Septiembre: Zarautz-Gijón (349 km)
Sin más complicaciones, el regreso a casa tan solo se vio enturbiada por la terrible lluvia que nos alcanzó a la altura de Bilbao, justo en un tramo complicado por el elevado tráfico de camiones y los constantes desniveles y curvas cerradas del trazado. Con calma y prudencia salimos de la tesitura pues unos kilómetros atrás habíamos dejado la horrible imagen de un accidente mortal. Llegados a Cantabria, la lluvia amainó y en Cabezón de la Sal paramos en un área de servicio donde además de repostar, almorzamos bien temprano, siguiendo con la costumbre francesa a la que nos habíamos habituado. Tras esta breve parada, ya sin lluvia y con carreteras más propicias para nuestra humilde potencia, llegar a casa fue coser y cantar.
2.904 km
13 días
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Muchos recuerdos