dct 906
Miembro bien conocido
Las sombras de la oscura noche berlinesa retroceden a la luz de las antorchas. Un pelotón de camisas pardas se adentra en la desierta calle adoquinada, camino de la sinagoga donde esperan, atemorizados, los habitantes de la judería.
Su líder espiritual los ha convocado a esa hora tardía, tras ser requerido para ello por las autoridades. Y ahora, al frente de su rebaño, el pastor se esfuerza en mantener la calma para intentar así que está se contagie a los suyos.
La puerta se abre. El Truppführer se dirige hacia el altar, sus hombres se quedan bloqueando la puerta. Las llamas de sus antorchas llenan la estancia con luz infernal.
El líder de los camisas pardas aparta al rabino con un gesto, y se dirige a la multitud.
- Las leyes del Reich son muy específicas, y no admiten excepciones - y, al notar que en los bancos frente a él se arracimaban familias enteras, no puede evitar añadir, - ni siquiera los niños.-
Algunas madres abrazan con fuerza a sus pequeños. El nazi continúa.
- Y ahora, deberán acompañarme a mí y a mis hombres hasta él lugar designado. Dejen aquí sus pertenencias si quieren.-
En el silencio, sólo el rabino se atreve a intervenir.
- Oficial, ¿A donde nos llevan?¿Qué nos van a hacer?.- El Truppführer aprieta la mandíbula.
- Los escoltaremos hasta el Centro de Salud. Allí todos ustedes deberán proceder a beber un sobre de Frenadol diluído en agua.- El nazi iba a terminar aquí su explicación, pero un gemido salido al unísono de varias gargantas parece enfadarlo. - Todos. Incluso niños y ancianos. Y dentro de dos semanas, deberán repetirlo.-
Un sollozo colectivo resuena amplificado por el eco natural de la sinagoga. El rabino reune, una vez más, el valor para interpelar al oficial.
- Y, ¿Qué nos pasará si nos negamos?.- El camisa parda se envara, y su ya elevada estatura parece alcanzar los dos metros.
- Si se niegan, estoy autorizado a restringir su libertad. No podrán ir al bar, y deberán beberse sus cervecitas en casa.-
Se escuchan llantos. El rabino murmura para sí;
- Cielo santo. Es la barbarie.-
Su líder espiritual los ha convocado a esa hora tardía, tras ser requerido para ello por las autoridades. Y ahora, al frente de su rebaño, el pastor se esfuerza en mantener la calma para intentar así que está se contagie a los suyos.
La puerta se abre. El Truppführer se dirige hacia el altar, sus hombres se quedan bloqueando la puerta. Las llamas de sus antorchas llenan la estancia con luz infernal.
El líder de los camisas pardas aparta al rabino con un gesto, y se dirige a la multitud.
- Las leyes del Reich son muy específicas, y no admiten excepciones - y, al notar que en los bancos frente a él se arracimaban familias enteras, no puede evitar añadir, - ni siquiera los niños.-
Algunas madres abrazan con fuerza a sus pequeños. El nazi continúa.
- Y ahora, deberán acompañarme a mí y a mis hombres hasta él lugar designado. Dejen aquí sus pertenencias si quieren.-
En el silencio, sólo el rabino se atreve a intervenir.
- Oficial, ¿A donde nos llevan?¿Qué nos van a hacer?.- El Truppführer aprieta la mandíbula.
- Los escoltaremos hasta el Centro de Salud. Allí todos ustedes deberán proceder a beber un sobre de Frenadol diluído en agua.- El nazi iba a terminar aquí su explicación, pero un gemido salido al unísono de varias gargantas parece enfadarlo. - Todos. Incluso niños y ancianos. Y dentro de dos semanas, deberán repetirlo.-
Un sollozo colectivo resuena amplificado por el eco natural de la sinagoga. El rabino reune, una vez más, el valor para interpelar al oficial.
- Y, ¿Qué nos pasará si nos negamos?.- El camisa parda se envara, y su ya elevada estatura parece alcanzar los dos metros.
- Si se niegan, estoy autorizado a restringir su libertad. No podrán ir al bar, y deberán beberse sus cervecitas en casa.-
Se escuchan llantos. El rabino murmura para sí;
- Cielo santo. Es la barbarie.-
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